Dos años después de los atentados terroristas del 7 de octubre de 2023, donde murieron 1.200 israelíes y que fueron el punto de partida de la guerra en Gaza que ya deja más de 61 mil palestinos muertos, una luz de esperanza se encendió tras el acuerdo de alto el fuego sellado por Hamás y el gobierno israelí de Benjamín Netanyahu. Una iniciativa patrocinada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como parte de una propuesta más amplia, que incluye 20 puntos y de la que lo acordado a finales de la semana pasada es sólo el primer paso.
Esta primera fase prevé el cese de los ataques israelíes y la retirada de las fuerzas militares de ese país del 53% del territorio de la franja, que comenzó a aplicarse el pasado viernes, y la posterior liberación por parte de Hamás de los 20 rehenes aún vivos de los 48 que aún no han sido liberados -en total 251 israelíes fueron secuestrados hace dos años-. Una medida que debería tener lugar entre hoy y mañana, en paralelo a la liberación por parte de Israel de 250 prisioneros palestinos.
El acuerdo trajo cierto alivio a los casi 2 millones de residentes de la Franja de Gaza, muchos de los cuales comenzaron un lento regreso a sus hogares, la mayoría de los cuales están reducidos a escombros después de los persistentes ataques israelíes. Aunque ahora debe iniciarse un lento y difícil proceso de reconstrucción, que aún deja muchos interrogantes abiertos, el fin de los bombardeos y las operaciones militares en la zona son sin duda un valioso primer paso para poner fin al drama que se vivía en ese territorio.
En esta etapa inicial se contempla que las organizaciones humanitarias lideradas por Naciones Unidas puedan canalizar un flujo importante de ayuda humanitaria y se restablezcan los servicios básicos. Posteriormente deberá comenzar la segunda fase, cuyos términos aún no han sido definidos, pero que contempla -según el plan anunciado por Trump- la presencia de una fuerza de estabilización árabe y la instalación de un gobierno técnico palestino en Gaza.
El camino es difícil y todavía queda en la memoria el fracaso de la tregua acordada a principios de año y que se derrumbó tras poco más de un mes. Sin embargo, esta vez hay al menos un horizonte trazado en los 20 puntos propuestos por Estados Unidos, un proceso que no parece fácil. Hamás debe, por ejemplo, estar dispuesto a entregar sus armas y aceptar su marginación de cualquier futuro gobierno en la franja, un punto cuya viabilidad aún suscita dudas entre varios analistas de la zona.
Hasta el momento no hay claridad sobre los plazos para la retirada completa de las fuerzas israelíes de Gaza ni las condiciones bajo las cuales se llevará a cabo, ni hay mención alguna a la situación en Cisjordania en ninguna parte del plan. Todo esto genera una parte legítima de escepticismo, pero no hay duda de que la propuesta que está sobre la mesa es la más detallada que se haya conocido para romper el status quo del conflicto desde los Acuerdos de Oslo.
Con su intervención, el presidente de Estados Unidos ha intentado cambiar la lógica que ha guiado el conflicto, apostando por un avance gradual y pragmático, como escribió la revista británica The Economist, que acabe convenciendo a ambas partes de la conveniencia de una convivencia pacífica. Los obstáculos no son pocos, pero si llegan a buen puerto será un triunfo indudable para el presidente americano.