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Economia

Una feliz coincidencia | Diario Financiero

Martina E. Galindez

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José Miguel Sánchez, decano de la Facultad de Economía y Administración UC

Una institución no cumple cien años sino la guía un propósito. La misión de la Facultad de Economía y Administración de la Pontificia Universidad Católica de Chile es formar alumnos de excelencia, personas comprometidas con su país y líderes preocupados por las políticas públicas. El objetivo de nuestro quehacer no solo ha sido cumplir con ese mandato educativo a lo largo de décadas, sino adelantarnos a los tiempos y estar a la vanguardia.

En febrero de 1924, el país tenía poco más de 4 millones de habitantes, el 54% de su población era rural y la tasa de analfabetismo era cercana al 40%. Nuestra economía vivía los últimos vaivenes de la exportación de salitre, cuyo precio fue afectado por la Primera Guerra Mundial. Fue entonces cuando, con la aprobación del entonces rector Carlos Casanueva, se creó la Facultad de Comercio y Ciencias Económicas para responder a la falta de “personas calificadas en la actividad comercial”. Los objetivos originales siguen vigentes hoy: la profesionalización de la docencia, el foco en los estudiantes y el rol de la investigación. En las décadas siguientes la forma de enseñar, los énfasis y cambios organizacionales fueron evolucionando. En ese proceso, hubo algunos maestros que marcaron una impronta única e inigualable.

Arnold Harberger, reconocido economista, investigador y un verdadero “misionero” para la adopción de buenas políticas públicas en el mundo, fue el gran impulsor del convenio con la Agencia de Ayuda Internacional de Estados Unidos, que permitió a estudiantes chilenos formarse en la Universidad de Chicago

A miles de kilómetros, el 27 de julio de ese mismo año, en Newark (Nueva Jersey, Estados Unidos), nació Arnold Harberger. Reconocido economista, investigador y un verdadero “misionero” para la adopción de buenas políticas públicas en el mundo. Su nexo con nuestro país se remonta a 1955 cuando aterrizó por primera vez en el aeropuerto de Los Cerrillos y fue recibido por Sergio de Castro y Ernesto Fontaine; un año más tarde fue el gran impulsor del convenio entre la Agencia de Ayuda Internacional de Estados Unidos y nuestra Facultad gracias al cual estudiantes chilenos fueron a formarse a la Universidad de Chicago. Otro fuerte vínculo también sería decisivo en su cercanía con esta tierra y sus habitantes del fin del mundo: en 1958 se casó con la chilena Anita Valjalo, de quien enviudó en 2011. Ambos fueron la familia y amigos que acogieron a quienes llegaban a estudiar al país del norte.

Alito, como le llaman cariñosamente sus discípulos y amigos, dejó una huella profunda en nuestra comunidad. Su gran liderazgo, energía intelectual, rigurosidad y mentoría hizo que sus alumnos -tanto de Chicago como de UCLA- formaran un verdadero cuerpo de entusiastas economistas muy bien preparados que difundieron e implementaron sus enseñanzas sólidamente fundamentadas y orientadas a resolver problemas reales en países tan diversos como Chile, India, Guatemala, Canadá e Indonesia, entre otros.

Reconocidas son sus investigaciones sobre el costo social de los monopolios; sobre la incidencia del impuesto a las empresas; la importancia del gasto público meticuloso, y el desarrollo de metodologías para realizar evaluación social de proyectos de inversión. También analizó en profundidad las causas de la inflación y las políticas para reducirlas; la importancia del comercio internacional en la asignación de recursos productivos y la prudencia en el gasto público; y las “necesidades básicas” para perfeccionar las políticas públicas.

Sus enseñanzas siguen vigentes. “Al fijar tasas muy exageradamente altas de tributación y crear condiciones de incertidumbre y temor en el mercado de capitales, han impulsado la fuga de capitales del país”, es una de sus muchas frases al igual que “limpiar el camino de barreras” para agilizar “la posibilidad de hacer operaciones que son de mutuo beneficio”, porque hay que encontrar qué es “lo fundamental para la economía (…) donde en una transacción ambas partes ganen”. Él consideraba la situación y la miraba “técnicamente, como un médico analiza a su paciente”. También enseñaba a observar y escuchar, a ver qué buscar y aprender de “la práctica directa” en el área. Además, se alegraba que gobiernos de distintas orientaciones políticas siguieran los lineamientos de su propuesta.   

Harberger es reconocido internacionalmente por su contribución a la elaboración de un modelo de desarrollo basado en la economía social de mercado, que no descuidó la desigualdad y se basaba siempre en los datos, como insumo básico del estudio. Pero, sin duda, su cercanía, sus visitas periódicas y su sentido aristotélico de la amistad fueron factores que honran su paso por nuestras vidas y las aulas de nuestra querida facultad. Por ello, agradecemos la feliz coincidencia de celebrar este doble centenario de una institución y un noble maestro.

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