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Columna de Matías Rivas: Notas sobre el insomnio
– La noche, los sueños y la literatura se reúnen a la hora en que la mayoría está en cama. Cuando son visibles con nitidez las estrellas y el cielo oscuro. La lámpara prendida indica que alguien desobedece -con o sin quererlo- el horario acordado para el descanso. En ocasiones, es alguien inquieto, en vela, víctima del cansancio diurno; también existen aquellos dispuestos a disfrutar de la quietud que otorga la madrugada.
– Hay personas que les cuesta dormir, creen que al cerrar los ojos cae sobre ellos un telón negro, la muerte. Otros no concilian el sueño, rumian sus obsesiones y escuchan los ruidos del cuerpo. Y unos pocos se permiten ocupar los momentos destinados al reposo en el esparcimiento, el juego y el derroche. Tienen hábitos y rutinas secretas. Suelen ser mal vistos.
– Leer de noche es una práctica asociada al silencio que se produce cuando la mayoría duerme. Corresponde a una forma de terminar el día con el lenguaje en la cabeza susurrando. Es un desplazamiento del tono vital hacia la intimidad.
– Michel Houellebecq describe una sensación física que los insomnes reconocen: “Al final de la noche, la subida de la náusea es un fenómeno inevitable. Existe una especie de planificación del horror. En fin, no lo sé; lo pienso. La expansión del vacío interior. Eso es. Un desmarcarse de cualquier posible acontecimiento. Como si estuvieses suspendido en el vacío por fuerzas magnéticas de monstruosa potencia, equidistante de cualquier acción real”.
– El cónsul romano Marco Atilio Régulo es -supuestamente- el primero de la historia que murió de insomnio. Alrededor del año 256 a. C. fue entregado a los cartagineses, enemigos de Roma, quienes lo torturaron hasta la muerte, le amputaron los párpados y le obligaron a mirar al sol.
– La mirada se pierde en la oscuridad, se extravía entre las sombras. Caminar sin perspectiva obliga a ocupar las manos y aguzar los sentidos. Podemos tropezar, estamos indefensos, en contraste con los animales y aves que ven en la penumbra.
– El insomnio siempre ha estado vinculado a la inspiración. Es un asunto que ha sido abordado por distintos escritores.
– El psicoanálisis cree en la elucidación de los sueños. El recuerdo de estos ayudaría a acceder al inconsciente. En ese sentido reivindica una tradición que remite a Artemidoro de Éfeso, del siglo II d. C., quien revelaba de forma profesional el significado de los sueños.
Freud sostiene que acceder a los sueños es “la vía regia hacia el conocimiento de lo inconsciente dentro de la vida anímica”. Y sostiene que “existe una técnica psicológica que permite la interpretación de los sueños, y que, si se aplica este procedimiento, todo sueño aparece como un producto psíquico provisto de sentido, al que cabe asignar un puesto determinado dentro del ajetreo anímico de la vigilia”. Son estudios sembrados de referencias literarias.
Los brujos y ciertos sacerdotes realizan una tarea similar.
– El insomnio tiene una estructura narrativa -caótica, circular- que es distinta al relato convencional, con principio, desarrollo y fin. Luis Buñuel y David Lynch en sus películas crean narraciones semejantes a las pesadillas: fragmentarias y sin solución de continuidad.
– Los que poseen mayor lucidez al alba son admirados por la disciplina que ostentan. Los que piensan guarnecidos en el ocaso, en cambio, son considerados gente desviada.
– El insomne revisa la casa y ve al resto dormir. Goza de la belleza de los cuerpos entregados al sueño, los oye hacer ruidos y moverse con la conciencia apagada. Varios artistas han ido tras estas imágenes. Sophie Calle en su trabajo Les dormeurs, del año 1979, registró en fotografías a diversos modelos, a quienes les solicitó que pernoctaran en su cama durante una semana. Mientras, ella los observaba y captaba con su cámara la enigmática placidez de los rostros, los músculos contraídos o relajados: sujetos que giran sobre sí mismos regidos por el inconsciente.
– Witold Gombrowicz en sus Diarios: “En el sueño todo está cargado de un sentido terrible e inescrutable, nada es indiferente, todo nos alcanza con más profundidad y más íntimamente que la más ardiente pasión del día; de ahí la lección de que el artista no puede limitarse al día: tiene que penetrar en la vida nocturna de la humanidad y buscar sus mitos y símbolos”.
– Cuando duermen los hijos, los padres comienzan a encontrarse. Y se dan cuenta de que el cuarto propio solo funciona con luz artificial. El deseo y la soledad se fusionan a medida que la tarde empieza a huir. Ya de noche vuelven a ser protagonistas.
– El crítico Al Álvarez en su libro La noche señala que la melancolía acompaña a los insomnes. Constata que hay una belleza en las luces de neón que no existe en la luz enceguecedora del mediodía.
– La oscuridad envuelve. Una buena razón para quedarse despierto. Alejandra Pizarnik lo confirma en un poema que comienza así: “Poco sé de la noche / pero la noche parece saber de mí, / y más aún, me asiste como si me quisiera, / me cubre la conciencia con sus estrellas”.
– Los sueños eróticos permiten ampliar el espectro sentimental en secreto. Son vívidos, intensos. Transgreden la represión y hacen sentir placer físico. Hay amantes que solo se ven con los ojos cerrados, y pasiones tórridas que se difuminan al despertar.
– Los vampiros y los zombis fundan su identidad en la vida nocturna. Constituyen seres míticos, monstruos, metáforas. Creer en ellos revierte dificultad o inocencia.
– Elizabeth Hardwick es autora de un libro excéntrico y, a la vez, clásico: Noches insomnes. En él muestra cómo opera la mente de una mujer en estado crepuscular. Superpone historias y retratos de personajes de su pasado. Pero no habla de ella. Elude su figura, la diluye. Nos advierte en sus páginas que “las preocupaciones y las lecturas de toda una vida pueden reportar viajes gratis que no estás segura de querer aceptar”.
– Los versos más famosos de la literatura chilena, querámoslo o no, son los del Poema 20 de Pablo Neruda, un escrito insomne.
– Mario Levrero en La novela luminosa trata en extenso de la vida nocturna y privada. En ella anota: “La mente es como una dentadura que necesita masticar todo el tiempo”.
– El insomnio en la actualidad es un tema médico, una enfermedad que se trata en clínicas especializadas. Para los antiguos y los románticos era un asunto espiritual. Esa diferencia representa la cultura en la que vivimos.
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