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Columna de Sergio Fuica: No es una buena idea

Martina E. Galindez

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Creemos que la negociación colectiva por rama o área de actividad presenta importantes inconvenientes jurídicos y económicos. En primer lugar, la negociación colectiva de rama tiene la característica central de tener un efecto general, es decir, se aplicará a todos los trabajadores de la rama de actividad, y no sólo a los que estén afiliados al sindicato. Esto, en un mundo ideal, podría considerarse positivo: una distribución equitativa de los beneficios. Sin embargo, en realidad, donde las buenas intenciones no siempre dan buenos resultados, la negociación colectiva puede resultar muy costosa para las empresas más pequeñas.

No es de extrañar que en el debate público se reproduzca lo anterior, sin embargo, que la negociación colectiva de ramo solo establece mínimos, y que los costos que deben asumir las empresas más grandes no son necesariamente comparables a los que deben asumir las empresas pequeñas, dado que todos los trabajadores ajustarse a dicho mínimo, y por encima de él, se negocia a nivel de empresa para incrementar los beneficios de acuerdo a la realidad de cada unidad de negociación. Sin embargo, en el campo de la negociación, nada puede darse por sentado, y no hay absolutamente ninguna forma de garantizar que esta explicación en defensa de la negociación en rama tenga un correlato en la realidad. Lo anterior, más aún, en el contexto sindical nacional, con sindicatos atomizados y muchos confundidos en su rol. La pregunta es, ¿estamos dispuestos como país a arriesgar sin ninguna garantía? De los recientes acontecimientos nacionales, parece deducirse que no.

Por otro lado, desde una perspectiva más bien económica, parecería que la negociación de sucursales implica nada menos que una distorsión menor. En efecto, las remuneraciones están directamente relacionadas con la productividad, y al negociar condiciones estandarizadas, esta relación ciertamente se rompe, generando una disonancia económica cuyos efectos pueden ser verdaderamente desastrosos. Además, no cabe duda de que la negociación sectorial oculta la competencia entre empresas similares, lo que puede distorsionar, desalinear las demandas salariales de los trabajadores.

Sin embargo, en otro orden de ideas, y desde una perspectiva sociológica, parece que cuanto más se concentra la negociación de forma centralizada, cada vez es más complejo conocer la situación concreta, la realidad de cada empresa, lo que se traduce de nuevo en costes imposibles. asumir por las micro, pequeñas y medianas empresas. Y como estamos hablando de realidades concretas, no se puede ignorar que la negociación de ramales no ha formado parte de nuestra cultura jurídica nacional en ningún momento de la historia. Implementar un cambio tan profundo podría ser un verdadero injerto rechazado en nuestro sistema.

Finalmente, aunque es un argumento menos técnico, es interesante tener en cuenta lo que implica la negociación colectiva a nivel de rama: enormes cuotas de poder para los sindicatos más representativos, en una estructura sindical nacional que en muchas ocasiones carece de la autonomía necesaria para realizar su trabajo de tal manera que proteja los intereses de sus electores y no los del partido o movimiento político de su elección.

Por las razones anteriores, consideramos que la negociación de sucursales no es una buena idea, y mucho menos en un país como el nuestro, que tiene mucho que ver en temas laborales y económicos, y hacer pagar el costo a las pequeñas empresas, hacer el costo a los más débiles. aumentar el bienestar de los poderosos no parece ser el camino.

Por Sergio FuicaProfesor de Derecho Laboral, Universidad del Desarrollo

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