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Kia Sportage 2022: una verdadera evolución para un SUV que quiere volver a lo más alto

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Uno de los modelos más importantes en la historia de Kia es el Sportage. En sus casi 30 años de vida ha sacado de fábrica más de 5 millones de unidades, de las cuales 70 mil han legado a nuestro país.

Tal cifra le permitió instalarse por varios años como uno de los SUV más vendidos en el país, llegando a ubicarse entre los tres más exitosos. Pero ese vertiginoso avance tuvo un frenazo en los últimos años y hace unos meses peleaba por mantenerse entre los 15 del segmento C.

Pero Kia quiere volver a ser un actor protagónico y para eso llegó la quinta generación de Sportage, modelo que se renovó por completo. Con mejor diseño, un gran andar, además de mayor equipamiento y seguridad, pretende reverdecer laureles y demostrar que es una enorme alternativa a la hora de buscar un vehículo familiar grande, pero sin llegar a la necesidad de tres filas de asientos.

Conocimos esta nueva generación de Kia Sportage en su lanzamiento, donde lo manejamos por algunos kilómetros y donde nos enteramos también del importance salto en el precio, ya que ahora se instala en un nicho más alto, dejando como SUV de entrada al Sonet y Seltos.

Luego lo tuvimos por unos días en Santiago, donde ratificamos nuestra percepción inicial: es un tremendo producto, con una evolución mayúscula que, seguramente, le permitirá ser uno de los grandes nombres cuando se realice por parte de la prensa especializada la elección de Los Mejores del año.

Como les comentamos, los cambios son sustanciales. Y van desde la imagen exterior, donde destaca la parrilla negra que da forma a un rediseño de la clásica nariz de tigre, junto a los grandes faros delanteros con forma de boomerang que se meten por el costado de la carrocería. Todas las luces disponen de tecnología LED, incluso en los neblineros que incorpora nuestra unidad de prueba.

Por el costado vemos una línea de cintura ascendente, pasos de rueda marcados, un rediseño de las llantas bitono de 19′’, bordes cromados en las ventanas y barras en el techo. Además, en el pilar C encontramos una aplicación cromada de textura más escamosa que le entrega identidad de marca, ya que también lo apreciamos en modelos como el Sorento y la Carnval.

La zaga completa un muy buen diseño exterior. Los focos de nuevo diseño son más estilizados y están enlazados por una negra barra que atravieza de manera horizontal el portalón dando una sensación de mayor anchura. Además, el spoiler trasero que le entrega más aerodinámica incorpora la luz de freno. De todo nuestro gusto.

Más comodidad

A nivel de dimensiones, en esta quinta generación de Kia Sportage existe un crecimiento importante. Ahora mide 4.660 mm de largo (+175 mm que en la edición saliente), 1.865 mm de ancho (+10 mm), 1.660 mm de alto (+25 mm) y 2.775 mm de distancia entre ejes (+85 mm).

El espacio del maletero también es muy amplio, con 544 litros de capacidad (en las versiones con tracción simple tiene +40 litros en volumen de carga) uno de los más amplios del segmento, sin embargo, el neumático de repuesto es del tipo “galleta”, no es igual a los que monta Sportage y solo nos permite salvar momentáneamente algún problema de pinchazos.

Pero si hablábamos de lo bueno que fueron los cambios exteriores, en el habitáculo es donde nos encontramos con cambios aún más radicales. En este lugar ahora es todo tecnología, con enormes pantallas, pero también con una altísima percepción en la calidad de los materiales utilizados y con una gran preocupación estética que alcanza hasta a los tiradores de las puertas.

Considerando que se trata de un vehículo familar, obviamente también nos encontramos con una serie de portaobjetos, posavasos ajustables a botellas más anchas y una gran consola bajo el apoyabrazos.

Lo único que nos hizo un poco de ruido (como en gran parte de nuestros test drive) es la utilización de Piano Black, que si bien es un material muy bonito y se ve elegante, también es muy sucio y hay que estar constantemente limpiándolo, más en lugares donde hay polvo en suspensión.

En las plazas traseras destaca el enorme espacio para los ocupantes, lo que se consigue gracias al aumento de la distancia entre ejes, permitiendo suficiente lugar para las rodillas y también en la altura de la cabeza, a pesar de que tiene un enorme sunroof panorámico que llega hasta los asientos traseros, lo que en ocasiones resta centímetros en la distancia al techo. En este caso no complica en nada.

Otro aspecto que nos gustó bastante es es la preocupación por dar soluciones simples. Un ejemplo de esto lo vemos en los reposacabezas delanteros, los cuales llevan una hendidura posterior que permite colgar alguna chaqueta o una camisa.

También es novedoso que se integren puertos USB en el costado de los asientos delanteros para que, quienes están sentados atrás puedan ir cargando su teléfono o dispositivo móvil.

En cuanto a comodidad, solo la persona que va sentada en la plaza central verá mermada su calidad de viaje. Ahí el respaldo es un poco más duro, debido a que esconde un apoyabrazos con posavasos.

Pero ese no el principal problema que vemos para ese asiento. Lo verdaderamente malo es que en ese asiento central se disponga de cinturón de seguridad de dos puntas.

Eso no se condice con un vehículo que da un enorme salto generacional, ya que ese elemento no entrega la misma seguridad que uno de tres puntas.

Sin duda un detalle a corregir, más si el precio del vehículo creció a los $ 35 millones (en esta versión), aunque en verdad el valor no es relevante en este caso, los vehículos más económicos tampoco deberían portar cinturones de seguridad de dos puntas.

El enorme salto digital

Al ver el habitáculo, de inmediato vemos la gran evolución tecnológica que tiene esta quinta generación del Sportage, con una consola curva orientada algunos grados hacia el conductor y donde resalta un gran bloque flotante en el que se integran dos pantallas de 12,3′’.

Se trata de una propuesta que hemos visto en marcas premium (como en algunos modelos de Mercedes-Benz) y que realmente queda muy bien, dejando en el olvido el clásico espacio cerrado para el tablero, transformándolo a una estética más limpia y full vanguardista, que incluso le permite al resto de los ocupantes ir mirando la información del tablero.

Para destacar también la calidad de la definición de la pantalla. No se sufre cuando hay sol o mucha luz, la nitidez de los colores es perfecta y para apoyar a quien está al volante, ofrece la alternativa de mostrar, gracias a una serie de cámaras, lo que va pasando tanto al frente como en la zaga.

Otro elemento llamativo lo encontramos precisamente bajo la pantalla central del sistema de infoentretención.

Se trata de un panel horizontal con una serie de indicadores digitales (desaparecieron los botones tradicionales) desde donde se puede ajustar el climatizador o bien, tras presionar un botón, cambiar la lectura de esos mandos digitales al sistema de audio, donde disfrutamos del extraordinario sonido del equipo Harman Kardon.

Este incremento de la digitalización entonces permite que haya menos elementos que ensucien el diseño, puesto que en el mismo panel, con solo pulsar un botón, se cambia la información que entrega. Una buena idea que permite aprovechar mejor el espacio.

En conectividad, el nuevo Kia Sportage está casi a la altura de lo que esperamos para un modelo de esta gama, ya que es compatible con Apple CarPlay y Android Auto, pero lamentablemente no de forma inalámbrica. Lo que sí se puede hacer sin cables es cargar el teléfono. Una por otra.

Un andar sólido y confortable

Hasta el momento estamos muy satisfechos con los cambios del nuevo Kia Sportage. Salvo algunos detalles, aprueba con distinción en diseño, equipamiento, tecnología y comodidad. Pero queda lo más importante, su comportamiento dinámico.

Tenemos en el recuerdo el andar de la edición anterior y ese piso nos permite creer que no saldremos defraudados.

En esta quinta generación las opciones motrices son variadas (ver nota lanzamiento) e incluyen propulsores a gasolina y petroleros, enlazados a diferentes transmisiones.

Nuestra unidad de prueba es la tope de gama. Lleva un motor turbodiésel de 2.0 litros que desarrolla 187 Hp con un par de 417 Nm, asociado a una caja automática de ocho marchas, con levas en el volante, y tracción AWD.

Esta versión además cuenta con lo que la marca denomina e-Shifter. Se trata de un selector giratorio instalado sobre la consola que reemplaza al tradicional pomo de la caja de cambios. Es un dispositivo moderno, muy sencillo de ocupar, que eleva el nivel del modelo, situándolo más cerca de vehículos premium.

Junto al e-Shifter tenemos otro pequeño dispositivo circular desde el cual podemos ajustar cuatro distintos modos de manejo: Eco, Normal, Smart o Sport. En esta versión AWD además se suma la opción Terrain que integra el control de descenso, tecnologías que ayudan a un manejo más seguro.

Con toda esta información en la cabeza, comenzamos a acelerar y lo primero que sentimos es un motor suave, con salida limpia. En el modo Eco ese arranque es algo más remolon y lenta, se marca un poco más el turbolag, ya que se prioriza la eficiencia de combustible, pero en modo Sport esa sensación varía y tenemos una salida un poco más ágil.

La entrega de potencia es muy positiva. Siempre teniendo como eje que se trata de un vehículo familiar, el motor turbodiésel va entregando progresivamente la fuerza. Nos gustó bastante este entrega del motor, tiene una gran elasticidad y nunca quedamos faltos de potencia. Y entre la 3ª y 5ª marcha saca sus garras y luce un empuje más decidido, dejando las relaciones más altas para un viaje más suave y confortable.

Los pasos de marcha son rápidos en los primeros cambios, se van sucediendo de manera casi imperceptible y como disponemos de un gran torque en bajas revoluciones, son escasas las ocasiones en que llegamos a superar las 2 mil rpm, salvo en adelantamientos o aceleraciones repentinas, instantes en los que deja claro que, a pesar de su gran volumen, es capaz de reaccionar con celeridad.

En cuanto a los modos de manejo, entre los extremos (Eco vs. Sport) se aprecian diferencias más notorias, pero en Normal o Smart es más bien similar, concentrando toda la atención en entregar confort de marcha.

Y ese es precisamente uno de los puntos altos en el manejo. La comodidad que entrega a los ocupantes por la suavidad del andar, por la nueva plataforma que le hace sentir más ligero y por el más que correcto trabajo de aislación que nos permite ir my tranquilos en nuestra burbuja.

La suspensión es otro aspecto que apoya la confortabilidad. Con un reglaje que combina de buena manera la suavidad con la rigidez necesaria para ir bien posicionados sobre el asfalto, en esta versión además se dispone de tracción integral, lo que hace aún más seguro el andar, permitiendo que tomáramos sin temor curvas a velocidades altas.

En esos momentos, salvo transferencias de peso lógicas para vehículos con este tipo de carrocería SUV, nunca nos vimos sobresaltados ni experimentamos movimientos que hicieran dubitativo el manejo.

En cuanto a la dirección, varía bastante en los distintos modos de manejo. Personalmente, en Eco la sentí demasiado suave y con exceso de asistencia, pero en Sport ya encontré algo más de tacto, se sentía un poco más rígida y nos permitía llevar con más seguridad el volante, con respuestas más directas. Bien entonces por ese rango que permite un manejo más personalizado.

Por último, señalar también que esta versión dispone de un altísimo nivel de equipamiento, incluso superior al que entregan vehículos premium.

En este punto, la lista de asistentes a la conducción (ADAS) es generosa e incluyen seis airbags, cámara de retroceso con líneas adaptativas, frenos ABS con EBD, asistencia de frenado, control de estabilidad, asistente de partida en pendiente y de descenso, sensores de proximidad, detección de punto ciego con asistente de intervención, detección de tráfico cruzado, control de tracción avanzado en curvas, asistente de colisión frontal, mantenimiento y asistente de seguimiento de carril, cámara de estacionamiento 360°, asistente de colisián frontal en curvas y control crucero inteligente con Stop & Go.

Entre estos dispositivos, uno bien llamativo es el de punto ciego, puesto que al margen de la alerta tradicional, al señalizar antes de cambiarnos de pista o antes de doblar, se refleja en el tablero de instrumentos una pequeña pantalla o monitor que nos muestra lo que viene por el costado, aumentando de esta manera la seguridad.

Otro dispositivo interesante, que nos permite ir con más relajo, es el control crucero inteligente adaptativo con Stop & Go. Esto nos deja ir con el vehículo “por su cuenta”, tras programar la distancia con el vehículo que nos antecede y establecer la velocidad máxima a la cual nos moveremos. Y si a eso se le suma el mantenimiento de carril, el Sportage literalmente se maneja solo, dando señales de los avances de la marca hacia nuevas fases de manejo autónomo.

En un muy buen sistema cuando vamos en autopista y también ayuda cuando estamos sufriendo en “tacos”, aunque en este caso, como tiene una salida más suave, genera más distancia con el vehículo anterior, momento que generalmente aprovechan otros automovilistas para pasarse a nuestra pista.

En conclusión, un SUV que evoluciona de manera contundente, que muestra la fortaleza de la marca en el terreno de la preocupación por los ocupantes, sin dejar de lado una estética agresiva y que le permite ser reconocido por donde pase.

Obviamente tiene detalles a corregir (especialmente el del cinturón de seguridad), pero por lo menos en este caso apreciamos concordancia entre el enorme salto de precio con lo nuevo que entrega al usuario, especialmente en seguridad.

  • Motor: 2.0 litros turbodiésel
  • Potencia: 187 Hp
  • Torque: 417 Nm
  • Caja: AT 8
  • Tracción: AWD
  • Maletero: 544 litros
  • Largo x ancho x alto: 4.660 mm x 1.865 mm x 1.660 mm
  • Distancia entre ejes: 2.775 mm
  • Airbags: 6
  • Precio: $ 34.990.000

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