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Terminar con el ideal de la superwoman

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“Mi mamá es el mejor ejemplo de supermujer. Así la vi siempre desde niña. Una mujer que se quedó sola a cargo de sus dos hijos pequeños, por lo que tuvo que trabajar intensamente para mantener nuestro hogar y “sacarnos adelante”, como siempre decía. Durante el día trabajaba en una oficina, luego corría a buscarnos al jardín ya la escuela. Llegaba a casa, nos daba de comer, nos bañaba y nos acostaba, y una vez que eso sucedía, dedicaba el poco tiempo de descanso que le quedaba a tejer chalecos o hacer tortas que luego vendía para ganar algo de dinero extra. Nunca descansaba ni tenía tiempo para ella. Y crecí pensando que la maternidad era así. Lo normalicé. Por eso en mis primeros años como madre seguí el mismo patrón, sin cuestionar nada. Me entregó por completo a mi trabajo ya mi maternidad, tratando de cumplir a la perfección ambos roles. Hasta que me derrumbé.

Me convertí en madre 30 años después de la mía, en medio de una ola feminista que me demostró que existen otras formas de maternidad. conocí conceptos como mandatos, roles y estereotipos; y aprendí sobre las demandas puestas sobre los hombros de las madres que probablemente llevaron a la mía a asumir la carga de la crianza sola, sin pedir ayuda. Y es que a lo largo de la historia se ha generalizado un ideal de buena madre, caracterizado por la abnegación y el sacrificio. Las madres de hoy no solo tienen que ser la madre abnegada de toda la vida, sino también esa súper mamá, que alcanza para todo, con un cuerpo perfecto, siempre disponible para trabajar; una supermujer

Y como lo vi en mi madre, me costó salirme de ese esquema. Me sentía culpable si no me sacrificaba como ella, hasta que comprendí que la maternidad es prisionera de discursos que nos condenan a ser tildadas de “profesionales fracasadas” si no estamos disponibles al cien por cien en el trabajo, o de “malas madres” si no dedicamos suficiente tiempo a nuestros hijos e hijas, al final la culpa siempre es nuestra.

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Para las que somos madres, el ideal de ser una supermujer es inalcanzable, porque es humanamente imposible lograrlo todo sin el desgaste que provoca la sobreexplotación sin ningún tipo de espacio para el descanso y el autocuidado, ya que todo, siempre , debe ser para los demás: para el trabajo remunerado, los hijos, el esposo, la familia, etc. Contrariamente al mito de la perfección, el fracaso es parte de ser madre. Esta posibilidad ha sido negada en las visiones idealizadas de la maternidad, pero ser madre es tener sentimientos ambivalentes; es hacer lo que puedas en las circunstancias a menudo adversas en las que vive tu madre. Aprenderlo para mí fue comenzar una nueva etapa en mi vida. Uno en el que, aunque sigue apareciendo la culpa, hay una relación más libre y sana con mi maternidad.

Hay que mirar esto, ya que la promoción de súper madres que crían y al mismo tiempo trabajan, sin falta y cumpliendo con todo, es peligrosa; nos lleva a romantizar la sobrecarga, como hice con la experiencia de mi madre. Por eso, aunque alguna vez caí en ese patrón, hoy estoy convencida de que no quiero ser la mamá de los libros de texto porque no soy perfecta y, por lo tanto, puedo estar equivocada. La imperfección debe ser abrazada en lugar de eliminada, porque -como el sociólogo y creador de podcast de mala madreMafe Cardona– Necesitamos maternidades más compasivas con nosotras mismas”.

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