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Cómo fue el show de Blink-182 en Lollapalooza 2024

Martina E. Galindez

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Si el viernes 15 Lollapalooza pareció el ensayo de un verdadero festival con números flojos sin la envergadura para un evento masivo y con un historial como este, el sábado 16 ha sido la jornada donde las piezas encajan con un cartel mucho mejor pensado redundante en una mayor convocatoria, con Arcade Fire y Blink-182 como platos fuertes.

Definitivamente es el día de la nueva nostalgia que, como manda la retromanía, se suele posar en lo que estuvo de moda hace 20 años, pensando en un público que enfrenta la mitad de su vida, repasa recuerdos, y tiene los recursos para comprar boletos hacia el pasado. Es la cita con los que fueron jóvenes cuando cambió el milenio. El desfile de poleras lo demuestra sin apelación. Muchos llevan la prenda con el nombre del trío rey del pop punk de corte emo, imitando el logo del reconocido sitio triple equis Pornhub, adaptando Blink-182 a la tipografía.

Primer día del Lollapalooza 2024 en el Parque Bicentenario de Cerrillos. FOTO: BASTIAN CIFUENTES ARAYA / AGENCIAUNO

Es también la jornada inclinada hacia algunos de los grandes nombres nacionales.

Glup! se tomó uno de los escenarios centrales cuando el sol arreciaba, convocando muchísima gente. Arrancaron con Mi destino, una de esas canciones de la banda de Koko Stambuk que se parecen al pie de la letra a otro artista. ¿The Strokes? ¿Café Tacuba? ¿Ambos? Todo es probable. La voz se va a ratos. No suena muy bien; los bronces se ahogan, y despiertan en Así es la vida de Welcome Polinesia (2000). La interpretación es un poco destemplada -el baterista azota caja y platillos sin contemplación-, pero al masivo público poco le importa.

Enamorado de ti desata karaoke. La capacidad camaleónica de Glup! tiene su recompensa: la gente retiene estos estribillos por más de 20 años. Continúan con un cover de Flaca de Andrés Calamaro sin ninguna relectura particular, cero riesgo y harto alargue para que la gente coree, parte del álbum de versiones Dancing queen karaoke club del año pasado, una apuesta que retrata de cuerpo entero a Glup!, acostumbrados a trabajar en territorio probado digno de imitar.

Koko Stambuk anunció que estaban rodando un video así que pidió besos de parejas, para luego interpretar Cómplice eterno, la conversión babasónica de Glup! No deja de tener su gracia de concurso verlos y adivinar a quién imitan en cada tema.

Siguieron con el clásico synth pop Don’t you want me de Human League, con la letra en la pantalla. Cantó Rodrigo Stambuk con unos cuantos efectos sin apartarse del original. Luego se la juegan un poco más con el arranque de Freebola, en clave balada. Glup! sigue siendo una banda orgullosamente plástica que conquistó la memoria popular, a costa de citas indisimuladas. Bien por ellos.

A la misma hora Fármacos ofreció un show con sonido de alta calidad en el Alternative stage, uno de los aciertos de este año por su instalación bajo techo, un alivio ante el sol. Diego Ridolfi, totalmente imbuido en el personaje rockstar con notoria influencia de Gustavo Cerati, trazó junto a la banda un lienzo sónico de gran belleza, con reminiscencias shoegaze y siderales absolutamente noventeras.

Los colombianos Monsieur Periné, debutantes en uno de los escenarios centrales, aportaron la sabrosura que requiere de vez en cuando el cartel, con una propuesta musicalmente voluptuosa. Ofrecieron sentido del espectáculo y la performance, mientras aviones ejecutaban acrobacias sobre los cielos de Cerrillos, dibujando un efímero corazón cruzado por una flecha.

La cantante y líder, la carismática Catalina Garcia junto al multiinstrumentista Santiago Prieto, sirvieron pop, cumbia, folclor y jazz, en una enésima demostración del espectacular momento del pop colombiano triunfante en el mundo entero. Se despidieron como una orquesta con todo, pero les cortaron el audio al sobrepasar su tiempo por un par de minutos.

MONSIEUR PERINE, LOLLAPALOOZA 2024

De vuelta en el Alternative stage, el ex PXNDX José Madero demostró cómo logró redireccionar su carrera tras liderar a la exitosa banda de pop punk mexicana, por cierto, absolutamente millenial, el target dominante en este segundo día. Madero es ahora un rockstar que se arrima a las formas de la balada eléctrica italiana del siglo pasado. Sus canciones son verdaderos dramas de dientes apretados que convencieron al público, junto con ofrecer una nueva muestra de que el cartel del segundo día le dio paliza a la floja jornada inaugural.

La estadounidense Fletcher, con casi una década de trayectoria y un paso por The X Factor, propuso un pop punk en la línea de Olivia Rodrigo y Avril Lavigne. A pesar de la buena voz, utilizó notorias pistas restando frescura a su número. La banda tuvo dificultades en el primer tema, notoriamente desacompasada. Contó que se trataba de su primera vez en Sudamérica, para luego hilvanar un discurso invitando al público a hacer lo que les diera la gana, incluyendo llorar y darse besos. Lindas intenciones, pero las canciones no eran para tanto.

La facción chilena siguió con la presencia de Pablito Pesadilla y su dj set de acento urbano en uno de los escenarios secundarios, mientras llovían dólares y relojes en las pantallas gigantes. Francisca Valenzuela, la estrella pop con más oportunidades en Chile, se retrasó seis minutos en uno de los escenarios principales. Tuvo una partida con perfume a Taylor Swift mediante ¿Dónde se llora cuando se llora? de su último álbum Adentro (2023), con espléndido remate al piano.

Siguió con el corte homónimo y luego Tómame, probablemente su canción más provocativa. Valenzuela dejó en claro su arrastre masivo con el público coreando sus letras empoderadas y sufridas, bajo empaque pop rock atemporal. También entendió hace rato que no basta con caminar por el escenario, sino que debe hacerlo propio y conquistar al gentío con sus movimientos.

FRANCISCA VALENZUELA, LOLLAPALOOZA 2024

En paralelo, Cami emprendía la titánica tarea de convencer a su público que su presente tiene poco y nada que ver con su pasado análogo de folclor y pop, cuando recordaba a la argentina Soledad. En esta ocasión figuró en un escenario más chico que la última vez en el festival en 2022, oportunidad en que brindó un show accidentado y deslucido. Tuvo una partida en falso con sus bases enmudecidas de pronto, que el público soslayó coreando su nombre. A un costado del escenario, la viñamarina saltaba frenéticamente al ritmo de la música.

Sin banda ni cuerpo de baile salió a devorarse el escenario con Nacimento, el primer corte de ANNA. Vol. 1 Los Amantes (2023), el título con el que se apartó radicalmente de sus inicios. Luego dejó que su voz se elevara hasta la estratósfera con guiños evidentes a Rosalía, arrancando aullidos de la audiencia. Cuesta recordar otro cambio de pista tan radical en el pop chileno, como el que experimenta Cami.

The Offspring apareció con un surtido de frases hechas -”son el mejor público”-, rasgueos de guitarra para envalentonar el “olé olé” y viejos trucos del rock como un insólito solo de batería, como si necesitaran reforzar el cariño del público. Probablemente no era necesario considerando que acumulan un abundante arsenal de éxitos como Come out and play -la primera de la tarde-, de Smash, el álbum que los convirtió hace exactos 30 años en uno de los adelantados de la oleada de pop punk que odia Johnny Rotten, junto a Green Day. Rindieron un cover de Blitzkrieg bop de The Ramones, más otros clásicos de Smash como Bad habit, Gotta get away y Self esteem. Tocan de memoria y despachan hits de niños malcriados con el profesionalismo de siempre.

A las 19:30, puntuales, aparecieron los salvadores del indie rock, los canadienses Arcade Fire. Como se decía en el siglo XX, sonaban igual al disco en el arranque con canciones como Ready to start, The suburbs, Unconditional (lookout kid) y No cars go. La fidelidad del sonido fue recibida con una parte del público sentada, actitud que sólo varió hacia el final después de que Win Butler recurrió al populismo de coger una bandera y avanzar con ella para introducirse entre la audiencia.

¿No debería ser esta una banda incómoda tras las acusaciones de acoso en contra del cantante, guitarrista y líder? Por los palmoteos del público y los chillidos, la audiencia parece dispuesta en este caso a separar la obra del artista. Hacia el final, con la interpretación de Everything now, los que estaban cómodamente sentados -gentío que tampoco abarrotó- se levantaron para una de las mejores composiciones de los canadienses, aún convincentes como un número de rock genuinamente representativo de las bondades y las cojeras del indie.

ARCADE FIRE, LOLLAPALOOZA 2024

La versión de Gracias a la vida con Javiera Parra como invitada, convirtió a Arcade Fire en una orquesta brindando una hermosa lectura, que incluyó el esfuerzo de Win Butler y Régine Chassagne por cantar en español. El remate con Wake up, a 20 años de Funeral, resultó impecable.

Así habló Zaratustra, una de las intros más socorridas en la historia del rock para la música en vivo, fue la antesala del debut -al fin- de Blink-182, la banda más esperada en esta versión del festival. Los campeones de la cara más pop del punk, reformados tras el segundo regreso del guitarrista y cantante Tom DeLonge, partieron con sonido dubitativo que se fue afirmando lentamente.

Con un setlist que debiera alcanzar los 26 temas, el trío que completan el bajista y cantante Mark Hoppus y Travis Barker -el baterista más influyente de su generación- brindó lo que exactamente se espera de ellos. Aquello significa canciones de alta energía con estribillos fácilmente coreables, plagadas de palabrotas dichas con la malicia de un niño que empieza a introducirse en el universo del lenguaje grueso.

Si no están tocando, se dedican a lanzar chistes entre ellos donde generalmente la mamá de alguno es motivo de bromas en doble sentido y alcances escatológicos, propios de la etapa escolar. Como sea, Blink-182 se transformó en una banda realmente influyente y generacional hace más de 20 años. Demostraron que siguen siendo unos pendejos de corazón, con un sonido y estilo absolutamente reconocibles. Son prácticamente un género en sí mismos y ese derecho ganado es irrenunciable. Por una noche, los millennials se sintieron veinteañeros otra vez.

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