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El día en que Bolivia traicionó a Perú en la Guerra del Pacífico

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“Dos divisiones de fuerza boliviana (estarán) en Tana el 16 con 15 cañones. Adonde marche Ud. evite atacar al enemigo sin seguridad”, fue el escueto, pero elocuente telegrama que envió el presidente del Perú, general Mariano Ignacio Prado, al general Juan Buendía, al mando de las tropas peruanas en el departamento de Tarapacá. Era noviembre de 1879 y la Guerra del Pacífico se trasladó del mar hacia el desierto. A comienzos de mes, el ejército chileno había concretado un desembarco anfibio en Pisagua, separando al ejército aliado peruano-boliviano.

Buendía había logrado reunir a los dispersos de Pisagua y se había concentrado en Pozo Almonte. Pero su situación era apremiante. No contaba con los recursos para afrontar una larga campaña, y peor aún, no estaba en condiciones de recibir auxilio por el mar, tras la captura del monitor Huáscar en octubre de ese año, tras el combate de Angamos. Por ello, su situación era compleja y entre los altos mandos del ejército aliado se evaluaron las acciones a seguir.

Enterado de lo que había sucedido en Pisagua, el general Prado celebró en Tacna un consejo de guerra en que se sumó al presidente de Bolivia, el también general Hilarión Daza. Allí se acordó que se debía forzar una batalla decisiva. Por ello, se trazó un plan: una división saldría desde Tacna, avanzaría hacia el sur y atacaría a los chilenos en el cerro San Francisco, a la vez que Buendía debía subir con sus tropas desde Pozo Almonte hacia el mismo punto. Así, en un clásico movimiento de pinza, con cada división aliada atacando desde los flancos se lograría empujar al ejército chileno para obligarlo al repliegue a Pisagua y así generar las condiciones para expulsarlo de Tarapacá.

Hilarión Daza, presidente de Bolivia al inicio de la Guerra del Pacífico

Aprobado el plan, Daza salió desde Arica el 11 de noviembre, al mando de una división de infantería y otra de caballería, además de su guardia personal, un batallón conocido como “los inmortales”, que guardaban total lealtad al caudillo boliviano. Para sus tropas había llegado el momento de entrar en acción, al llevar meses acantonados en Tacna. Eufóricos, se trasladaron en tren hasta Arica para luego seguir en una marcha a pie, hacia el sur, para enlazar con Buendía (quien ya había recibido el telegrama de Prado anunciándole la llegada de los bolivianos) y atacar juntos al ejército chileno en Tarapacá.

En el papel, el plan parecía sensato, pero las cosas se comenzaron a complicar. “Prado, conocedor del terreno desértico, aconsejó a Daza que hiciese marchar a su gente en el desierto de noche o en las horas frescas del amanecer o atardecer. Daza respondió ‘que estaba acostumbrado a conducir tropas y que el soldado boliviano podía caminar jornadas enteras, bajo cualesquiera condiciones, sin fatiga alguna’”, detalla Pablo Rodrigo Quiroz en su artículo Narrativa de una traición: relectura de lo sucedido en Camarones durante la Guerra del Pacífico.

Decidido a demostrar que estaba en lo cierto, Daza quiso hacer las cosas a su modo. Pero la dura marcha por el desierto probó ser un reto formidable para su tropa. “Desde un inició se notó la improvisación, ya que no hubo la respectiva revista de armas: no todos estaban equipados, y muchos no sabían manejar un fusil. Pese a las reiteradas recomendaciones del General Prado de salir de madrugada, salieron a las 9 de la mañana. Incluso, el General Prado hizo notar varias veces la inconveniencia de que los soldados llevasen vino en vez de agua en sus cantimploras, detalle que Daza pasó por alto”, apunta Quiroz.

Pese a todo, el ejército de Daza logro llegar hasta la quebrada de Camarones el 14 de noviembre. Desde allí despachó un urgente telegrama a Prado, en que no se anduvo con rodeos. “Desierto abruma. Ejército se resiste a continuar. No hay víveres”, señaló. El presidente del Perú le respondió con un telegrama igualmente insólito. “Recibido parte del ejército; mañana estará en Agua Santa donde probablemente se dará batalla. Sea cual fuere el éxito del combate, ya que el ejército de Camarones no puede avanzar, creo conveniente, si a usted le parece, que comience a regresar a la mayor brevedad”.

Mientras, los movimientos de Daza ya habían sido detectados. El cuartel general chileno en la localidad de Dolores recibió despachos por telégrafo en que se informaba el avance del presidente boliviano junto a su división. De inmediato fue enviado el comandante José Francisco Vergara a Tana al frente de una compañía de cazadores a caballo para efectuar un reconocimiento, ante lo que creían, un inminente ataque por el flanco norte.

“Por conductos perfectamente autorizados sabe el Gobierno que es efectivo que el General Daza ha salido de Tacna con su ejército. Se han tomado todas las medidas necesarias para evitar que pueda unirse con el ejército de Iquique”, se informaba en una escueta nota publicada en esos días en el Boletín de la Guerra del Pacífico, en la capital.

En Camarones, Daza decidió dejar a su tropa y efectuar una avanzada para explorar la zona. Se hizo acompañar por una división de 140 hombres, entre algunos efectivos de su guardia personal y la caballería. Al llegar fueron avistados por la columna que dirigía Vergara. Este iba con 110 hombres, pero no le faltaba audacia y pensó en atacar. Se contuvo cuando divisó una polvareda a lo lejos y pensó que era la artillería de un ejército en marcha. Ante el riesgo de verse envuelto, decidió retirarse. Lo que no supo Vergara, es que esa polvareda, en realidad, era levantada por mulas cargadas con odres de agua.

Avistada a la caballería chilena y sin divisar a Buendía, Daza decidió devolverse a Camarones. Allí ocurrió una situación que genera controversia hasta hoy: ordenó contramarchar de regreso a Arica, lo que significaba dejar abandonado a Buendía con sus maltrechas tropas en el sur. Hay varias interpretaciones para lo sucedido. En su clásico Guerra del Pacífico, Gonzalo Bulnes ensaya la más repetida hasta ahora; la necesidad de Daza de no exponer a su ejército y a su guardia personal, que era el sostén de su poder político y militar.

Pintura que representa tropas bolivianas en la Guerra del Pacífico

“Lo mas probable es lo que escribió el jeneral don Juan José Pérez, el futuro Jefe de Estado Mayor del Ejército boliviano que cayó dignamente en la batalla de Tacna. Refiere Pérez que el Secretario General del Dictador sugirió a Daza el temor de que en la campaña sucumbiesen los Colorados, y que si tal ocurría, sus enemigos levantarían la cabeza y su autoridad desapareceria”, apunta Bulnes. Sin embargo, a este se le escapaba un detalle: Pérez era un opositor de Daza y había sido removido por este de su mando en la Legión Boliviana.

Como sea, en Bolivia eran comunes las revueltas y los golpes de estado entre caudillos de diferentes zonas del país, de hecho el mismo Daza había llegado a la presidencia de Bolivia tras deponer a Tomás Frías Ametller. La inestabilidad política era algo común en el altiplano. “Ni el general Prado ni el general Daza, presidentes de esos dos países pueden tener confianza abstracta en sus subordinados (…) Los motivos y revoluciones demasiado frecuentes en Bolivia hacen innecesario el conocimiento de los nombres de aquellos que pretendan sustituir al general Daza”, apuntaba un artículo titulado La guerra del Perú y Bolivia contra Chile, publicado en el diario Globo, de Madrid en junio de 1879.

Mientras, en el campamento chileno se confirmó rápidamente de la retirada de Hilarión Daza, lo que despejaba toda posibilidad de ataque aliado por dos frentes, el que se concentraría solo en la fuerza de Buendía que finalmente fue vencida en Dolores días después. “Por informes fidedignos se sabe que el jeneral Daza habia llegado hasta quebrada Tana con una escolta. Habia hecho regresar por falta de agua, al ejército con que salió de Arica el 10 del presente, cuyo número se estima en 8,500 hombres”, señaló el ministro de Guerra en campaña, Rafael Sotomayor, en un informe

Daza regresó hasta Arica donde se enteró de movimientos en su contra. Fue depuesto del poder y emigró a Europa. Tiempo después, acusado de traición a la patria, intentó regresar a Bolivia para defenderse, ya sin un peso en los bolsillos, pero sería asesinado cuando esperaba en Uyuni el tren hacia La Paz, en 1894. Pero esa es otra historia.

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Alexis Sánchez se confiesa con Mark González y resalta su labor en la Roja

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Mark González tiene una nueva faceta. El exfutbolista, mundialista en Sudáfrica 2010 y campeón de la Copa América Centenario 2016, ha mutado hacia la comunicación y estrenó su espacio de entrevistas en Youtube. El primer capítulo de “Leyendas, la realidad de un sueño” tuvo a Alexis Sánchez. Ambos se juntaron en Italia y charlaron de fútbol y de lo que envuelve este mundo. En esta instancia, el tocopillano expresó su opinión sobre la labor de la prensa a la hora de criticar a los jugadores jóvenes de la Selección, pidiendo que sean más constructivas y sin intención de dañar.

“Creo que hoy en día las redes, para mí, es algo que consume en que el chico es el número uno del mundo y en dos días, por un mensaje que alguien le manda, puede pasar al peor del mundo”, comenzó diciendo Sánchez en la entrevista con su excompañero en la Roja. “La misma prensa te afecta, creo que a veces tiene que hacer más críticas constructivas, de ayudar al jugador; entiendo que si se equivocó en una jugada lo critiques por la jugada”, añadió.

“Hay personas que no jugaron nunca y entienden mucho, y algunos que jugaron y no entienden. Hay de todo, pero hay que ser empáticos. A mí me pueden criticar en Chile y yo pienso quién me está criticando, una persona que le pagan por ir a un programa”, agregó Sánchez.

Respecto a la selección chilena, Alexis destacó sus logros, también deslizando una visión crítica hacia quienes comentan en los medios: “Yo he hecho lo que he hecho en mi vida. Soy goleador histórico, más partidos en la Selección, más asistencias, más partidos en Clasificatorias, más goles en Clasificatorias, ya no sé qué otro récord hacer. En la Selección los he hecho todos y qué me falta para discutir con alguien que nunca le pegó a un balón o que nunca me superó, con respeto lo puedo escuchar si hace una crítica constructiva”.

“Pero si tratas de hacer daño, porque eso es lo que pasa en Chile, que tratan de hacer daño a un joven. A mí, critícame, con la experiencia lo manejo bien, pero no un chico que por redes están criticando… Yo les digo antes del partido que las redes les importen un carajo, que disfruten”, cerró al respecto.

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Qué pasó en el cuarto capítulo de House of the Dragon 2

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En el tercer capítulo de House of the dragon, y sin enfrentar oposición, Daemon Targaryen reclamó Harrenhal, el castillo más grande de los Siete Reinos. Un triunfo sencillo pero que apenas ha podido disfrutar, porque cada noche lo acechan inquietantes visiones.

Esta vez hay dos imágenes que perturban su descanso. Primero, frente al Trono de Hierro una joven Rhaenyra (nuevamente interpretada por Milly Alcock) le dice que le genera placer que otros disputen su reclamo. Daemon responde en su estilo y la decapita.

Más adelante, abandona su habitación y persigue a una alargada figura platinada. Su deambular por los pasillos del castillo lo conduce donde Alys Rivers, la mujer que en el episodio anterior profetizó que Daemon moriría en ese lugar. Alys le detalla el siniestro origen de Harrenhal, una construcción levantada sobre un cementerio, y le entrega una poción que parece empeorar su estado.

Tal como exhibieron los primeros capítulos de esta temporada, no ha prevalecido la discreción entre Alicent y Ser Criston Cole. Como resultado de ese amorío, Alicent ha debido tomar algunas precauciones. El maestre le lleva un té de la Luna, la infusión de hierbas que en el mundo creado por George R. R. Martin sirve para prevenir o detener embarazos y luego, debido a que se siente indispuesta, se ausenta de un par de sesiones del consejo que encabeza Aegon.

Su desaparición motiva una visita de Lord Larys Strong, quien le dice que la ha notado extraña durante el último tiempo. Podría ser la visita de Rhaenyra, que ha mantenido en secreto incluso ante su mayor confidente en la Fortaleza Roja. Alicent prefiere recordar los turbulentos acontecimientos que la han sacudido durante el último tiempo. “Hace pocas semanas, mi esposo estaba vivo y el reino estaba en paz”, indica. La conversación termina con ella subrayando que el conflicto entre Negros y Verdes es inevitable y que ahora poco importa cuál fue el último deseo de Viserys antes de morir.

Aunque Alyn y Addam apenas han tenido minutos durante esta temporada, prometen ser dos personajes relevantes en los acontecimientos que se avecinan. El cuarto capítulo entrega otro adelanto.

Recién llegada a Stepstones, Rhaenys mantiene una conversación con Alyn, quien salvó a Corlys de la muerte. En el momento en que la princesa le dice que su madre debió haber sido hermosa, Corlys interrumpe el diálogo. Notoriamente molesta, Rhaenys le asegura a su esposo que sabe quién es Alyn y que no entiende por qué lo ha mantenido oculto. El desliz de la Serpiente parece a punto de ser revelado, pero no será en este episodio, donde la urgencia está en Dragonstone y en la alarmante ausencia de Rhaenyra.

“Necesitaba saber que no había otro camino”, le dice Rhaenyra Targaryen a los miembros del Consejo Negro, inquietos con su ausencia durante un momento en que el ejército liderado por Criston Cole ha aumentado en número. Revela a los presentes que se ha reunido con Alicent en Desembarco del Rey y que ha concluido que sólo le quedan dos alternativas: reclamar lo que le pertenece –el Trono de Hierro– o morir.

En ese instante se muestra dispuesta a ejecutar el plan que sus partidarios –y el público– esperaban hace tiempo: enviar a los dragones a la batalla. Manifiesta su deseo de ir ella, luego se ofrece su hijo Jacaerys y finalmente quien toma esa responsabilidad es Rhaenys. Su dragón (Meleys) es el más grande de los Negros y tiene experiencia en la guerra.

El conflicto está a punto de escalar a un nuevo nivel y ella es consciente de que será horroroso. ¿Será todo por la corona? No es solo eso, según Rhaenyra, quien le cuenta a Jacaerys la Canción de Hielo y Fuego, la profecía que los Targaryen se han pasado de generación en generación.

Aegon se entera de que Aemond y Criston Cole han estado orquestando movimientos a sus espaldas y que el objetivo ya no es Harrenhal, sino que otro castillo, Rook’s Rest, más pequeño pero cercano a Dragonstone y bajo la tutela de un miembro del consejo de Rhaenyra. Ese acto podría ser considerado una traición, pero Aegon concede –al menos para sí mismo– que ese es un mejor plan que cualquiera que se le podría ocurrir a él.

En otra sesión del consejo se declara aburrido de las conversaciones entre los hombres que lo rodean en el poder. Se harta de ellos y abandona la sala para dirigirse a su habitación, donde lo espera Alicent. Su madre no sólo cuestiona sus decisiones, sino que le recuerda que llevar la corona no le garantiza inspirar respeto. Cuando el rey le solicita su experiencia ella le sugiere que lo mejor que puede hacer es simplemente no hacer nada. Unas palabras que se negará a seguir.

Para sorpresa de Gwayne Hightower, Criston decide iniciar la ofensiva contra Rook’s Rest a plena luz del día, quedando expuestos a ataques de dragones. ¿Suicida o ingenioso? Si todo sale según lo planeado, no es una mala estrategia.

Tal como se definió en el Consejo Negro, Rhaenys monta a Meleys y ataca a los hombres que acechan el castillo. Segundos después irrumpe por los cielos Aegon y su dragón dorado, Fuegosol, retrasando el plan de Criston y Aemond: pillar desprevenidos a sus enemigos con un ataque sorpresa con Aemond montando a Vhagar, el dragón más grande de todos.

Rhaenys se lanza contra Aegon y luego él responde. En una posición de evidente desventaja, el rey cree que la aparición de Aemond podría ser su salvación, pero se equivoca: le ordena a su dragón que queme a la bestia de su hermano, que termina cayendo en el bosque.

Mientras el fuego y la muerte se expanden en Rook’s Rest, Rhaenys decide volver a la carga en vez de retirarse. Una decisión que le costará caro. Meleys y Vhagar luchan ferozmente, hasta que en el último round el dragón de Aemond lanza un ataque mortífero. Meleys muere al instante y con ella su jinete, la princesa que para muchos debió haber sido reina.

Cuando Criston recupera el conocimiento se encuentra con una imagen devastadora: con su ejército arrasado y con Aemond empuñando un arma que solo guarda cuando grita su nombre. ¿El rey? Desparramado junto a Fuegosol y probablemente agonizando. La Danza de los Dragones ha comenzado.

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Los secretos del período Marcelo Bielsa al mando de la Roja

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Más allá del 60 por ciento de rendimiento que tuvo en la Roja o de la clasificación a Sudáfrica con una campaña histórica, donde la Selección fue segunda en las Eliminatorias, solo por debajo de Brasil, el legado de Marcelo Bielsa en Chile lo han establecido quienes fueron sus dirigidos. Son pocos los futbolistas que dicen que el rosarino no les dejó algo. La mayoría admite haber crecido en algún aspecto del juego. Otros van más allá y establecen que llegaron a realizar acciones que no sabían que podían hacer. Los métodos del estratega eran desconocidos para la mayoría.

En su paso por el país, el Loco convocó a 79 jugadores. Seis de ellos son los protagonistas de ‘Colgar los Botines Dorados’, la serie documental de La Tercera y La Cuarta donde se relata el inicio del exitoso proceso de la Generación Dorada, el camino a las Copas América ganadas con otros entrenadores y luego su retiro. En la primera entrega, llamada ‘El comienzo del sueño’, los exfutbolistas abordan, entre otros temas, su relación con el DT transandino.

Un caso llamativo es el de José Pedro Fuenzalida. Si bien el Chapa tuvo poca acción en el proceso del Loco (15 partidos, uno por los puntos), asegura que sus enseñanzas le sirvieron por el resto de su carrera. “Nos convenció de que tenemos que entregarnos al 100 por ciento en cada entrenamiento. Nos dio una receta de como creía que teníamos que afrontar los partidos, con mucho enfoque en lo mental, físico y táctico. Sin dejar nada al azar. Las metodologías de entrenamiento, las charlas y todo era algo que no conocíamos hasta ese momento”, cuenta el exjugador.

“Nos exigía a niveles que no sabíamos que podíamos llegar. A mi me mostraba videos para volver a tener la velocidad de mi época de juvenil y con sus entrenamientos logré lo que quería. Siempre creía que podía dar mucho más. En esa etapa yo estaba volviendo a insertarme. Fue fundamental en toda mi carrera. La exigencia era todo al 100. No había frenos. Era una preparación física muy intensa y el hecho de estar en el medio local me dio la chance de estar en todos estos procesos. Siempre estaba en contacto con el cuerpo técnico”, agrega.

Marcelo Bielsa repartiendo instrucciones el recordado partido entre Chile y Argentina, en 2008. Foto: Pedro Rodríguez

Una situación muy similar a la que vivió Esteban Paredes, quien tenía trabajos específicos con el rosarino y jornadas de revisión de acciones personales. “Bielsa es uno de los mejores técnicos que tuve en mi carrera. Los movimientos que yo hacía eran muy buenos, perfectos, pero los hacía dos o tres veces por partido. Después cuando empecé a hacerlo 10 veces por duelo, marcaba una diferencia enorme. Desde ahí empecé a mejorar. Los perfiles me hacían poder definir”, recuerda el exdelantero.

“Su llegada me marcó. Me mostraba videos de un minuto con jugadas donde yo hacía goles, pero no viendo lo malo, siempre me mostró lo bueno. Eso me decía que debía repetirlo 10 o 15 veces por partido. Es algo que me quedó. Los trabajos que él hacía siempre iban marcando una etapa en mí”, enfatiza.

Mirando en retrospectiva, Gonzalo Jara cree que haber tenido al otrora Newell’s Old Boys en un período anterior habría acelerado su maduración deportiva. “Yo tuve a Bielsa a los 22 y creo que si lo tenía seis temporadas antes hubiese ganado años de carrera. Hay que sacar algo de lo que competimos para entregar algo a los demás y enseñar”, establece el actual comentarista de televisión. De hecho, el exdefensor le entrega el mérito al DT en la formación de aquel plantel: “En ese entonces aún no había nombres. Vidal no estaba en Barcelona, ni Alexis en el Arsenal. Lo principal era el juego en equipo que nos daba Bielsa. A él no le importaba si yo venía jugando en mi equipo. El que entraba bien, jugaba”, insiste.

Una voz disidente en el análisis es Waldo Ponce. El panelista de ‘Jugada de Laboratorio’, el programa de El Deportivo en la Copa América, no busca restarle merecimientos al director técnico, pero eleva las virtudes del grupo de futbolistas. “Con Bielsa no cambia nada. Le doy la responsabilidad de dirigirnos de buena manera, pero no fue algo como ‘esto vamos a hacer y todo va a cambiar’. Hubo muchas situaciones para que se consiguieran objetivos. Yo doy mérito base a muchas cosas, como un buen entrenador, buenos jugadores y un grupo humano excelente”, dice.

Luego de un breve paso por la universidad, José Pedro Fuenzalida decidió colgar los cuadernos y volver al fútbol. En esa etapa se encontró con Marcelo Bielsa. Un DT que veía condiciones en el formado en Universidad Católica, pero no lograba comprender donde ubicarlo. “Me decía que no me veía como un puntero derecho y en su sistema yo igual creía eso, porque no era del mano a mano ni de encarar, era más de movimientos tácticos. Bielsa me veía como volante interior o como lateral”, rememora.

La solución del entrenador para adaptar al Chapa a sus nuevas funciones da cuenta la manera que tiene de ver el fútbol: “Le manifesté que en esos puestos me costaba más y durante toda una pretemporada me puso de central para aprender a defender. Eso me hizo tener conciencia de mis capacidades. Era muy importante lo que Bielsa me decía. Entendí como era mi fútbol, como tenía que jugar. Eso es tiempo de entrenamiento y madurez futbolística”.

Bielsa en la victoria de Chile sobre Suiza en Sudáfrica 2010.
Bielsa en la victoria de Chile sobre Suiza en Sudáfrica 2010. Foto: AP/Luca Bruno

Esta parte del análisis la comparte Ismael Fuentes. El Chupalla incluso va más allá y propone que las carreras de los jugadores más emblemáticos de la Generación Dorada fueron exitosas, en parte, por los aprendizajes del proceso del rosarino. “Uno a los 25 años cree que se las sabe todas, se pone medio soberbio, pero llega Bielsa, un técnico muy preparado y meticuloso, y te dabas cuenta de que te faltaba mucho que aprender todavía. Creo que la longevidad de Gary Medel, Alexis Sánchez, Arturo Vidal y Chupete Suazo es por todo lo que les transmitió Marcelo en ese transcurso”, asegura.

En el aspecto más motivacional, Pablo Contreras relata como el transandino manejaba la presión en los momentos de quiebre. Uno de ellos fue en la antesala del choque ante Argentina, donde Fabián Orellana anotó el único tanto de la noche. “Era el encargado de hacernos sentir que venía algo importante. Nunca dejaba nada en manos de la casualidad. Antes del partido, a mi me hace saber que iba a ser titular. Yo le dije que estaba nervioso y me respondió que es el temor lo que tiene mantiene atento. Son frases que me quedan”, detalla.

Marcelo Bielsa junto a Luis María Bonini, en Juan Pinto Durán.
Marcelo Bielsa junto a Luis María Bonini, en Juan Pinto Durán. Foto: Photosport

Al lado de Marcelo Bielsa estaba Luis María Bonini. Era el preparador físico, pero también una especie de escudero del Loco. Sus personalidades eran diferentes. El rosarino suele mostrar calma. Mientras que el puntaltense expelía histrionismo. El colaborador del entrenador fue un verdadero puente entre el estratega y el plantel. “Era todo. Un amigo, el papá nuestro. Nos decía lo bueno y los que nos iba a pasar. Yo compartí mucho con él y mucho de lo que me pasó después en mi carrera, él me las dijo mucho antes”, dice Jara.

“El profe Bonini era muy humano. Tenía lo que Bielsa no, como tirar la talla. Se podía conversar con él. Una vez estuvimos como 10 minutos hablando y tenía que prepararnos para los trabajos. Cuando aparece Bielsa nos dice ‘muchachos elonguen’ y fuimos a trabajar muy fríos. Decía ‘ojalá no se me desgarre ninguno o me matan’. Por suerte no pasó nada. Era una gran persona y un gran profesional”, agrega Paredes.

En tanto, Ismael Fuentes se exhibe como uno de los que era más cercano al PF fallecido en 2017 producto de una falla multiorgánica derivada de un cáncer de estómago. “Había un gran cuerpo técnico, Bonini fue un pilar fundamental, era el más cercano con el jugador”, dice.

Además, el Chupalla relata un momento en el que se demuestran dos cosas: la cercanía entre ambos y que Bielsa consideraba la opinión de sus ayudantes. “En el momento de la nómina para Sudáfrica el que me habla es Bonini, me decía Huaso, y comenta: ‘Huaso, te llevo a Sudáfrica, no te lleva Marcelo, te llevo yo. No le digas a nadie’. Eso fue un día antes de la convocatoria. Ahí no hallaba a quien contarle. Después llegó la nómina final. Yo tenía una muy buena relación con Luis María, su partida fue inesperada. Era un pilar fundamental en la parte personal. Su partida caló hondo en muchos jugadores de la Selección”, describe.

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