Economia
Gente “superflua”: cómo podría ser la revolución del empleo
La segunda vez que lo escuché fue en una reciente y escalofriante conversación con un capitalista de riesgo de Silicon Valley. Su opinión era que con la revolución de la inteligencia artificial (IA), las máquinas pronto serían capaces de hacer casi todos los trabajos que los humanos hacen actualmente, volviéndonos superfluos a muchos de nosotros.
“El espectro del desempleo tecnológico causa temor, pero deberíamos tratar los cambios que se avecinan como una oportunidad”.
Este discurso reduccionista se ha vuelto más estridente conforme ha aumentado el revuelo alrededor de la IA. Las máquinas inteligentes automatizarán el poder del cerebro del mismo modo que las máquinas tontas automatizaron el poder del músculo durante la revolución industrial. Una vez más, ha surgido el espectro recurrente del desempleo tecnológico.
Algunos sostienen que nos acercamos rápidamente a una “emergencia” laboral. Los empleadores ya están aprovechando las posibilidades de la IA generativa para deshacerse de trabajadores y reducir la contratación de licenciados. Actualmente, la IA generativa amenaza los empleos de los redactores creativos o publicitarios y los trabajadores de los centros de atención telefónica. Mañana afectará a los gerentes intermedios y a los abogados.
La IA generativa también alterará la naturaleza de muchas de las tareas que realizan los empleados, aunque no acabe directamente con sus empleos. Un estudio sobre su impacto estimó que la tecnología afectaría al menos al 10% de las tareas realizadas por cerca del 80% de la fuerza laboral estadounidense.
Sin embargo, algunos expertos en el mercado laboral replican que estas predicciones generalizadas de un apocalipsis del empleo son ahistóricas y, casi con toda certeza, erróneas. Ignoran nuestra experiencia pasada con las nuevas tecnologías, la dinámica de adaptación de la sociedad, las posibilidades de la innovación creativa y el peso de la demografía. En resumen, confunden la viabilidad tecnológica con la económica, como ha alegado el sociólogo Aaron Benanav.
Una de las principales quejas de muchos empleadores es cuán difícil ha resultado contratar trabajadores cualificados en unas economías con empleo casi pleno y unas sociedades envejecidas. Y aunque es fácil ver los empleos que se verán afectados por la IA, es difícil imaginar los que serán creados por ella. Alrededor del 60% de las categorías laborales de finales de 2010 no existían en 1940, por ejemplo, en medicina, software, entretenimiento y energía solar.
Como han argumentado algunos economistas, deberíamos considerar la IA como una oportunidad, más que como una emergencia. Ofrece la oportunidad de extender la “relevancia, alcance y valor” de la experiencia humana a más trabajadores y reconstruir la clase media.
Podemos utilizar la IA para impulsar el aprendizaje vitalicio y complementar una fuerza laboral cada vez menor. Podemos mejorar la cualificación de las profesiones que siguen estando mejor desempeñadas por humanos, como la enfermería y la enseñanza. Y tenemos que encontrar mejores formas de redistribuir las ganancias financieras de la revolución de la IA de los ganadores a los perdedores.
Si no se hace, probablemente se producirá otra revuelta de la “gente superflua”, sólo que esta vez contra los robots, no contra los Romanov.
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