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La columna de Guarello: El verdadero último baile
El consejo de presidentes de la ANFP realizado este martes en Quilín dejó un panorama sombrío para el futuro. Los pasivos del fútbol chileno, según quién haga el cálculo y qué plazos se proyecten para liquidarlos, fluctúan entre cinco mil y siete mil millones de pesos. La gravedad radica en que no hay de dónde sacar dinero ya que todos los recursos, maximizados, apenas alcanzan para mantener a flote la actividad. Golpeados consecutivamente por el estallido social, la pandemia, la baja sostenida de la Selección y las barrabravas que se han encargado de alejar al público de los estadios, sumado a ello errores absurdos de los dirigentes, como el famoso “derechazo”. de ingreso” Desde el Segundo Profesional que provocó una millonaria multa del TDLC, nuestro fútbol vuelve a “echar parafina y prender un fósforo” como decía Juan Goñi hace 56 años.
Las crisis del fútbol chileno son periódicas y frecuentes. De memoria recuerdo la de 1974, 1979, 1984, 1989, 2001, 2010, 2016, 2019 y la actual. Es interesante notar que en la década de los noventa, luego de Cóndor Rojas en Maracaná, no se registraron grandes crisis a nivel liguero, y se le puede llamar la “década dorada” del campeonato chileno por los resultados de los clubes en el internacional. el nivel y la calidad de los equipos de fútbol locales, donde alternaron seleccionados de todos los países de la Conmebol, excepto Brasil.
De la misma forma, la crisis actual, admitida en consejo de presidentes, no es producto de un fenómeno localizado, sino que viene acumulando errores de conducción y mala gestión desde que Sergio Jadue era presidente de la ANFP. En otras palabras, lo que está pasando hoy es un choque por inercia. El CDF ya fue vendido a TNT y los clubes recibieron, las recaudaciones en el estadio dependen de la pandemia y los castigos a los barrabravas y la selección vendió sus derechos a la mitad de lo que valía hace diez años. Se vendió todo lo que se podía vender y se gastó todo lo que se podía gastar. Por eso en el mismo consejo Pablo Milad aventuró la idea inviable de sortear los partidos que tendría VAR en la liga y así ahorrar dinero. Lo mismo para Cristián Aubert, quien propuso firmar una carta a los nuevos seleccionados para que se comprometan a defender la camiseta roja por honor como principal motivo. El objetivo es, por supuesto, que no reciban tantos premios y que lo que recaude la selección chilena se pueda repartir entre los clubes.
No pasaron de ser hechos lamentables, pero muestran el nivel de pérdida de quienes dirigen el fútbol chileno. Sin margen, sin dinero y sin selección ganadora para tapar los problemas, se desató la tormenta de malas ideas. Esto en paralelo a la lucha soterrada y de baja intensidad por el control de la ANFP que los empresarios de los jugadores mantienen con un grupo de dirigentes no tan convencidos del “modelo de negocios” propuesto por los intermediarios.
Por eso el famoso recurso de la ANFP ante la FIFA por la mala inscripción del jugador ecuatoriano Byron Castillo es el definitivo y verdadero “último baile” de una forma de gestionar nuestro fútbol. Un último y desesperado tiro al azar para salvar el mobiliario de una administración que se quedó sin respuestas. El problema es que en el mismo consejo de presidentes tampoco existen tales respuestas. Y los que aporten ideas, como ya hemos visto, mejor callen.
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