Desde lo biológico, el placer se encuentra vinculado a la emisión de las llamadas hormonas del amor, tales como la oxitocina y la endorfina. Estas sustancias suelen ser liberadas usualmente en el encuentro con otras personas o haciendo actividades que nos hacen sentir bien como el deporte o el arte. Como mujeres, experimentamos ciclos que nos sumergen semanalmente en este torbellino de sensaciones, lo cual nos coloca en una encrucijada: resistir este sentir o aprovecharlas para liderar desde el disfrute.

Sin embargo, para experimentar el placer, necesitamos entregarnos por completo a la experiencia y soltar el control, lo que nos deja en una posición de vulnerabilidad extrema. Esta dinámica puede ser difícil de alcanzar en nuestra vida diaria, especialmente en el ámbito laboral donde la cultura de la eficiencia prevalece y dificulta la capacidad de estar plenamente conscientes para disfrutar del momento. Además, las mujeres enfrentamos desafíos adicionales, ya que constantemente estamos demostrando (consciente o inconscientemente) nuestra capacidad para liderar, lo que aumenta el estrés dificultando aún más alcanzar el goce.

La idea de crear entornos donde podamos confiar sin reservas desde el principio, sin necesidad de “ganarse” la confianza de otros primero, suena ideal. Un lugar donde se valorare el fracaso como parte del proceso de aprendizaje y reconociendo que no todo está bajo nuestro control, a pesar de nuestros esfuerzos, sin duda alguna sería beneficioso para todos. Desde el disfrute, tenemos la capacidad de inspirar a los demás, fomentar la empatía, y permitir que la creatividad y la innovación prosperen.

Como emprendedora me veo a mí y mis pares en el sacrificio de sacar nuestras start-ups adelante, tratando de integrar nuestra vida familiar a pesar del consumo emocional que ello implica; luchando ante la inequidad del acceso a capital a pesar de tener comprobadamente al menos 10% mejores resultados en los ingresos del negocio y mayor sostenibilidad en el tiempo del negocio. Y es así como, en algún momento, el goce se pierde y el costo de llevar a cabo el propósito lo pagamos de manera personal. Todo esto, nos deja, nuevamente, en una paradoja, ¿no es el emprendimiento una herramienta de independencia (y demostración de poder) de la mujer o es nuevamente un escenario de sometimiento y escasez?

Ante esta realidad de poco disfrute, se hace imperativo adaptar y transformar los ecosistemas laborales, incluyendo el ecosistema emprendedor. Ya que necesitamos seguir fomentando la destrucción creativa para hacer frente a los cambios económicos, sociales y medioambientales que enfrentamos, y esto requiere una mayor participación de emprendimientos liderados por mujeres. ¿Qué papel deseas desempeñar tú?