A principios de la década de 1980, veinteañeros y treintañeros con educación universitaria comenzaron a establecerse en barrios urbanos arruinados. La prensa local de Chicago, Filadelfia, Nueva York y San Francisco informó sobre estos gentrificadores incipientes como si fueran una especie invasora. “No buscan ni consuelo ni seguridad, sino estimulación”, escribió Dan Rottenberg en la revista Chicago.
Estos llamados yuppies –una combinación de jóvenes profesionales urbanos– eran vistos como regresivos, distintos de sus antepasados, para quienes escapar de las ciudades a los suburbios era un sello de éxito. El éxito de los yuppies, sin embargo, fue material, un punto de apoyo ganado en una economía cambiante que ya no se organizaba en torno a la fabricación de cosas sino en torno a los servicios financieros: fabricar dinero para convertirlo en más dinero.
El veterano periodista de revistas Tom McGrath hace una autopsia demográfica en su atractivo, bien investigado y alegre libro histórico Triumph of the Yuppies: America, the Eighties, and the Creation of an Unequal Nation (“Triunfo de los yuppies: Estados Unidos, los ochenta y la creación de una nación desigual”, vale US$32 en Grand Central). Cuando eran adolescentes, esta vanguardia con educación universitaria de la generación del baby boom participó en el movimiento de protesta de finales de los años sesenta. Luego, a los 20 años, se volvieron hacia la autorrealización cuando el movimiento se tambaleó hacia el caos y el país se tambaleó hacia una regresión nixoniana. Así que cuando llegó 1980, estaban dispuestos a centrar su narcisismo en el beneficio económico.
McGrath centra los capítulos en los grandes nombres de la época (Jerry Rubin, Jack Welch, Jane Fonda, Michael Milken, Donald Trump) que ejemplifican el espíritu yuppie. Pero va mucho más allá de las narrativas familiares que típicamente definen sus historias.
De agitador a la banca de inversión
Quizás conozcamos el paso de Rubin de agitador de los años 60 (fue uno de los Siete de Chicago arrestado por actividades contra la guerra en 1968) a banquero de inversiones de los años 80. Menos familiar es su salón de networking ejecutivo exclusivo para miembros, que se mudó de un departamento privado para hacerse cargo del desaparecido Studio 54 en Manhattan. Del mismo modo, somos muy conscientes de cómo Fonda y sus omnipresentes cintas de ejercicios aeróbicos (conocidas como un elemento básico en las primeras compras de videograbadores) ayudaron a iniciar una cultura superficial del gimnasio. Más sorprendente es que su empresa utilizó un método robado de un instructor que la rescató después de una lesión en el set y que todo su negocio de ejercicios se utilizó para financiar el activismo progresista y la carrera política temprana de su entonces esposo Tom Hayden.
McGrath no se limita a mencionar nombres en negrita. Algunas de las secciones más detalladas y convincentes del libro presentan las historias de proto-yuppies poco conocidos, basadas en entrevistas contemporáneas y de archivo. Estos incluyen a Steve Poses, quien abrió un restaurante en el centro de Filadelfia, Frog, en 1980. Posteriormente lanzó lo que hoy se clasificaría como un imperio “foodie”, ayudando a impulsar el bar de vinos, la cocina de fusión asiática/francesa y los helechos como decoración. tendencia al colmo de la sofisticación.
También conocemos a Richard Thalheimer, descendiente de un imperio de grandes almacenes de Arkansas, que aprovechó trabajos vendiendo enciclopedias, máquinas de yogur y suministros para fotocopiadoras en Sharper Image, una empresa por catálogo de US$ 60 millones que vendía aparatos como relojes digitales, almohadas con forma de BMW y trajes de baño. armadura. McGrath incluso nos remonta a algunos de los escritores originales, como Rottenberg y Cathy Crimmins, quienes ayudaron a popularizar el término “yuppie” en sus reportajes regionales para la revista Chicago y el Philadelphia City Paper, respectivamente.
De manera significativa, para nuestra era contemporánea, McGrath proporciona textura a la terrible situación económica que rodeó el ascenso de los yuppies: cómo su traslado a las ciudades fue catalizado en parte por la movilidad generacional descendente, combinada con tasas hipotecarias de dos dígitos que pusieron la propiedad de una vivienda fuera de su alcance y cómo gastaron su dinero generosamente –casi nihilistamente– porque una inflación galopante de dos dígitos desincentivó el ahorro o la consideración del futuro.
Un deseo glotón de riqueza llevó en última instancia a los yuppies a ayudar a disolver las ortodoxias políticas de la posguerra, como la responsabilidad corporativa para sus trabajadores, el impuesto progresivo a la renta para los trabajadores con salarios más altos y la protección de los sindicatos y los empleos estadounidenses. Esto los llevó a apoyar al derechista Ronald Reagan y su economía del lado de la oferta. Panaceas como los recortes de impuestos para los ricos, la reducción de los programas gubernamentales, la desregulación de la industria y el gasto militar deficitario surgieron como posiciones republicanas de rigor.
McGrath detalla los ruinosos resultados históricos: los ricos se hicieron más ricos, mientras que todos los demás fracasaban. Los empleos manufactureros de clase media se enviaron al extranjero a medida que los ejecutivos privilegiaban el valor para los accionistas y su propia compensación. Los programas sociales fueron recortados, perjudicando a los trabajadores y a los vulnerables.
De la codicia buena, a la codicia mala
Los yuppies, al menos durante un tiempo, consiguieron exactamente lo que querían. Wall Street floreció, aprovechó una ola sin precedentes de dinero barato y marcó el comienzo de la era icónica en la que la codicia era buena. Hasta que no lo fue. El mercado y el atractivo yuppie colapsaron en 1987.
Que estas mismas tensiones económicas y sociales sean focos de tensión política hoy en día no debería sorprender, sostiene McGrath. Los yuppies están ahora a cargo de las instituciones financieras, políticas y legales del país, y su legado es un modelo para una letanía de horrores contemporáneos. Estos incluyen una disparidad de ingresos cada vez mayor, una celebración de la crueldad, un desprecio punitivo por los trabajadores y el medio ambiente, un culto imprudente a las ganancias a corto plazo y una fetichización insaciable de las marcas.
Incluso vincula nuestro culto contemporáneo a la venalidad, la insensibilidad, la mendacidad y la ostentación con las raíces fundacionales de la mayoría de los personajes de los 80: Donald Trump.
McGrath se centra casi exclusivamente en los yuppies blancos y heterosexuales, ignorando las permutaciones raciales y étnicas y evitando (quizás demasiado amablemente) el papel pionero que los queers urbanos de los años 70 tuvieron en el establecimiento del estilo de vida gentrificador DINK (Double Income No Kid) de renovaciones, bistrós y bares de piedra rojiza, gimnasios privados y consumos ostentosos.
El triunfo de los yuppies es al mismo tiempo esclarecedor y extremadamente deprimente, un recordatorio de los estragos que la generación del boom ha causado (y seguirá causando, ya que ahora planea vivir para siempre). Pero el libro también proporciona una útil hoja de ruta inversa para revivir una existencia más humana.
Movidas gestiones entre Empresas Hites y agentes del mercado han despejado obstáculos en su cruzada para volver a la rentabilidad, con los flamantes bonos securitizados y un creciente servicio de marketplace destacando en la caja de herramientas del minorista.
La acción de Hites -de baja liquidez- acumula un alza de 24% en lo que va del año, mientras que el principal indicador de consumo discrecional de la Bolsa de Santiago ha escalado 39% en el mismo período.
“El mercado anticipa una continuación de esta tendencia positiva para el resto del año, ya que se ha ido confirmando la convergencia de la inflación y la tendencia de un crecimiento moderado del PIB”, aseguraron fuentes internas de Hites a propósito de la acción.
“En estas proyecciones puede estar incorporándose el repunte de las ventas del comercio, porque la economía también se está recuperando en el margen. No es muy fuerte, pero es una recuperación al fin y al cabo”, dijo el académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de los Andes y doctor en Finanzas, Javier Mella.
Ya con la temporada de resultados en plena marcha, se espera que las cifras del segundo trimestre de Hites den cuenta de esta mejor situación.
“Hemos visto que la recuperación del consumo se ha estado dando”, dijo Paula Acuña, analista senior de riesgo financiero de Humphreys, agencia que mantiene una nota crediticia “BBB-” sobre Hites, con tendencia “en observación”.
Aunque de todas formas reconoció que este proceso ha sido “más lento de lo que esperábamos, porque ocurrieron eventos como el alza de las tarifas eléctricas, y cualquier cosa que afecte al bolsillo de las personas afecta al consumo”.
Conocido y por conocer
En este contexto, una de las apuestas de Hites para subirse al tren del repunte económico es su marketplace, un canal online creado en 2023 donde empresas pueden vender y gestionar sus productos.
Al primer trimestre de este año, las ventas de terceros a través de este canal abarcaron un 7,3% de la venta de ecommerce, frente al 1,1% de hace un año, destacó la empresa en su comunicado de resultados.
“Aquí tiene que haber un buen servicio posventa, y la empresa ha reforzado mucho esa parte, lo que se traduce en mejores números del canal online”, valoró Acuña.
Los números generales aún daban cuenta de una situación delicada. La empresa vio una pérdida trimestral de $ 9 mil millones, más profunda que los $ 6.900 millones perdidos en el primer cuarto de 2023; mientras que el Ebitda fue de $ 920 millones negativos, frente a los $ 4.500 millones del mismo período hace un año. De todas formas, las ventas de retail crecieron por primera vez desde 2022.
“El volumen de los ingresos es importante, y por ello el marketplace puede ayudar a Hites en el margen. Ya ha mejorado, pero sigue siendo muy pequeño”, comentó Mella.
Esto se ha dado en paralelo con una reducción del efectivo y equivalentes, que si al cierre de 2021 superó los $ 40 mil millones, en marzo de este año se cifró en $ 18 mil millones. De acuerdo con el académico, “la caja de Hites no está en valores críticos, pero si uno la compara con la pérdida trimestral, son cifras que hay que mirar”.
El tiempo es oro
Fue aquí donde Hites jugó su carta más reciente. Tras largas negociaciones, a principios de julio concretó un canje voluntario del 99,838% de los bonos serie C, y del 100% en el caso de los bonos serie D. El monto nominal canjeado alcanzó las UF 2.926.000, hoy equivalente a unos $ 110 mil millones.
Los nuevos instrumentos son los bonos securitizados series A y B, emitidos y colocados por EF Securitizados, y donde Banchile Corredores de Bolsa participó como agente mandatario.
La securitización implica que el deudor ya no es la empresa misma, sino un patrimonio separado. En este caso, corresponde a una parte mayoritaria de las cuentas por cobrar de Hites, compuesta por deudas de clientes de su negocio financiero.
Si se compara con un bono corporativo con garantías -como era hasta antes del canje-, hay diferencias legales. “Ante cualquier situación que comprometa a Hites, las cuentas por cobrar no se ven afectadas, manteniéndose el hecho de que su recaudación se destina prioritariamente al pago del bono securitizado, sin subordinación a ninguna obligación de Hites, y sin requerir la anuencia de un tribunal o de cualquier otro tercero”, explicó Acuña.
A ojos de Mella, “la reestructuración financiera de Hites mediante el canje de los bonos y las medidas que se están tomando para potenciar el marketplace ayudan a ganar tiempo para poder implementar mejoras”.
Esto, ya que el acuerdo le permitió a Hites reducir los montos a amortizar en 2024 y 2025, desde UF 1.565.208 a sólo UF 206.522. Así, evita problemas de liquidez a corto y mediano plazo.
“Hites por sus años de experiencia debiese tener la capacidad de sortear estos períodos recesivos, con planes de eficiencia y para incentivar el negocio. Eso se tendrá que materializar con mejoras en los resultados. A septiembre ya sería tiempo razonable para tomar una decisión”, dijo la analista de Humphreys.
Eran cerca de las 11:20 de la mañana del miércoles cuando un documento de tres páginas entró al WhatsApp de varios actores involucrados en la discusión tributaria. Se trataba del protocolo de acuerdo firmado entre Hacienda y los senadores de la comisión del ramo para destrabar la tramitación del proyecto que refuerza el cumplimiento de las obligaciones tributarias de los contribuyentes, el de mayor recaudación -por ahora- del pacto fiscal con un 1,5% del PIB en régimen.
El punto dos del acuerdo levantó varias cejas: se aplicaban cambios paradigmáticos en la orgánica del Servicio de Impuestos Internos (SII), que en el papel le restan espacio de maniobra al director y buscan aumentar su independencia del Gobierno de turno y despersonalizar su gestión. Especialistas tributarios, funcionarios del servicio y de Hacienda coinciden en que esta es la mayor modificación en el funcionamiento del SII en al menos los últimos 30 años.
El consenso entre las partes es que se fortalecerá el carácter técnico e independiente del organismo respecto del Gobierno de turno e “intereses particulares”, tanto en su dirección como subdirección. También, se busca establecer plazos máximos de permanencia en algunos cargos de decisión, lo que generó ruido interno.
¿La razón? Es común que funcionarios de carrera o que llevan décadas en el organismo se hagan cargo de subdirecciones estratégicas o asuman la titularidad de las direcciones regionales, en algunos casos rotando entre distintas zonas.
No ocurre lo mismo a nivel de fiscalizadores, donde la alta rotación es una de las principales preocupaciones del director (s) Javier Etcheberry.
En el SII explican que hay áreas donde se requiere cierto nivel de especialidad donde es necesaria la experiencia de los funcionarios, mientras que las rotaciones en las regionales se sustentan en evitar conflictos de interés en los contactos que se realizan entre las direcciones y los sujetos fiscalizados.
Aquí, lo que se analiza es que algunas subdirecciones o regionales estén sujetas al sistema de Alta Dirección Pública (ADP). O sea, tres años máximos con dos renovaciones, lo que resulta en un período total en el cargo de nueve años.
El ruido: el consejo externo
Pero quizá el cambio más radical es que se creará un consejo externo que tendrá opinión sobre temas fundamentales del actuar del SII: evaluará los planes de fiscalización y tendrá una visión vinculante sobre la juridicidad de las circulares. En otras palabras, podrá oponerse a ciertas instrucciones de la entidad. Esto último ha generado inquietud en el SII por dos razones: el cuestionamiento a la toma de decisiones, y la posibilidad de que este consejo tenga opiniones sesgadas por conflictos de interés.
En el primer punto, fuentes del servicio explican que las decisiones sobre las circulares ya son tomadas a nivel colegiado, participando distintas áreas en la redacción de las instrucciones, y dejando huella digital y en el sistema de quiénes intervinieron en su construcción. También, recuerdan que desde 2014 las circulares son sujetas a consulta del mercado antes de publicarse.
Sin embargo, partidarios de una mayor supervisión recuerdan dos decisiones polémicas que el SII tuvo que revertir: la reciente circular que ampliaba el impuesto específico a bebidas deportivas y néctares, y una del 2015 que buscaba aplicar IVA a las radiografías y otros exámenes de laboratorio, que se bautizó coloquialmente como el “impuesto al hueso”.
En el segundo punto, el temor de los funcionarios es que el consejo sea integrado por asesores de empresas o firmas de auditoría, que implique la posibilidad de contener el actuar del servicio en beneficio de sus clientes.
De todas maneras, esto no es nuevo: en 2008, el entonces director Ricardo Escobar creó un consejo consultivo integrado por diez personas, cinco funcionarios del SII, tres abogados y dos contadores públicos o auditores externos. ¿La idea? Que aportaran con conocimiento jurídico o económico a las decisiones de la autoridad, pero su opinión era meramente consultiva y no vinculante. Dicho consejo dejó de funcionar hace varios años y hoy fue reemplazado por el Consejo de la Sociedad Civil (Cosoc), el que existe en todos los organismos estatales.
El frente interno
Los eventuales cambios han generado malestar y dudas a nivel interno, debido a que confirmaría la visión de analistas externos de que el organismo basa sus decisiones en criterios parciales y sin mayor contrapeso.
Por lo mismo, Etcheberry ha dedicado las últimas horas a contener el frente interno y explicar que el protocolo es una base de la discusión, que vienen dos meses intensos de tratativas y que cualquier contrapeso al actuar del director será compensando con nuevas herramientas para combatir la evasión y la elusión, como aplicar de manera más rápida la NGA y el levantamiento del secreto bancario.
“Esto recién comienza, se viene ahora un trabajo de ingeniería fina”, ha transmitido el ingeniero internamente.
La presidenta de la Asociación de Fiscalizadores del SII (Afiich), Paola Tresoldi, reconoce la “preocupación” por los contenidos del protocolo y anticipa que solicitarán reuniones con Etcheberry y los senadores de Hacienda para entender el alcance del consejo externo.
¿Más o menos dientes?
Cristián Vargas fue subdirector de Jurídica del SII hasta 2015, hoy socio de Tax & Legal de BDO, cree que en el margen el servicio tendrá más facultades en perseguir la informalidad, pero no cambiará sustancialmente en cuanto al secreto bancario, ya que se mantendría la autorización judicial, aunque con plazos más acotados a los actuales: “Debemos esperar cómo se traducen estos principios en las normas del proyecto de ley para una conclusión definitiva”.
Alejandro Burr, quien fue director del SII entre 2013 y 2014 ve crucial observar experiencias internacionales. “Un caso interesante es el de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) de Guatemala, que tiene un modelo de gobernanza similar al propuesto. De ese caso se pueden extraer tanto aspectos positivos como negativos de su funcionamiento”, recalcó.
Alberto Cuevas fue jefe del Departamento de Impuestos Directos del SII, hoy es socio de Tax & Legal de KPMG, opina que el protocolo trata de equilibrar dos cosas que no son sencillas: por una parte, el fortalecimiento de las facultades de fiscalización y, por otra, el establecimiento de medidas que eviten arbitrariedades. Eso sí, tiene dudas sobre el consejo externo.
“¿Qué pasará con el resto de los organismos fiscalizadores en el país? ¿Se propondrá la creación de consejos externos como éste para cada uno de ellos? ¿En el caso del Sernac, por ejemplo?”, se pregunta.
Javier Jaque, hoy socio líder de CCL Auditores Consultores y con un paso de casi una década por el SII, recalca que la reestructuración busca fortalecer el carácter técnico del servicio, lo que si bien “puede ser visto como una pérdida de potestades por parte de la institución, pero a cambio pudiera fortalecer su labor”.
Desde agosto de 2017 –siete años y 3 gobiernos– venimos discutiendo en Chile una reforma al sistema de pensiones y ya son muchas las comisiones e informes redactados por expertos. En este contexto y a la luz del reciente informe de la Comisión Técnica de Pensiones, cabe preguntarse cuáles de las propuestas que se discuten son necesarias, cuáles son convenientes y cuáles son innecesarias o inconvenientes.
Para empezar, es importante insistir en que un buen sistema es aquél que entrega altas tasas de reemplazo y no necesariamente altas pensiones. Una pensión de $200 mil para alguien que gana $100 mil es un muy buen resultado, pero una pensión de $500 mil para una persona que gana $2 millones es un mal resultado (tasas de reemplazo de 200% y 25%, respectivamente). Si las pensiones son bajas porque los sueldos lo son, el problema se resuelve impulsando buenas políticas con foco en crecimiento, creación de empleo y, especialmente, educación y no a través del sistema de pensiones.
¿Por qué las tasas de reemplazo en Chile son bajas? Porque dadas las expectativas de vida post retiro (aprox. 30 años para las mujeres y 25 para los hombres) ahorramos muy poco ¿Cómo podemos ahorrar más? Hay varias opciones: (1) subiendo la tasa de cotización (10% del sueldo es muy poco; en países de la OECD esta tasa es casi el doble); (2) subiendo la edad de jubilación (65 años para los hombres y 60 para las mujeres es muy temprano); (3) entregando incentivos para que las personas ahorren/coticen más; y (4) aumentando la densidad de cotización o, lo que es lo mismo, disminuyendo las lagunas previsionales. Cabe destacar que el promedio de años cotizados para el total de pensionados en 2015-2022 alcanzó los 19,2 años (14,9 años para las mujeres y 24,7 para los hombres; gráfico 1).
De estas opciones sólo la primera está en discusión. Subir la edad de jubilación, además de ser impopular, requiere de otras reformas que aumenten la empleabilidad de las personas después de los 60 años. Y para aumentar la densidad de cotizaciones se requiere reformas que promuevan el trabajo formal (la informalidad laboral en Chile alcanza alrededor de 30% y es mayor entre las mujeres; gráfico 2). Además, se requiere dar apoyo a las personas que deben salir del mercado laboral, por ejemplo, porque asumen labores de cuidado de terceros, especialmente las mujeres. Pero estas son políticas sociales y/o relativas al funcionamiento del mercado laboral.
LO BUENO. Subir la tasa de cotización de 10% a 16%, con la mayor parte de este incremento yendo a las cuentas de ahorro de los cotizantes, es necesario y debería aprobarse. Esto va a permitir alcanzar mayores tasas de reemplazo en el mediano y largo plazo para las generaciones futuras de pensionados, resolviendo el problema en su origen. Este incremento fue respaldado por la Comisión Técnica. El proyecto también propone otros cambios que implementados correctamente son bienvenidos. Estos son (1) permitir el ingreso de nuevos administradores de fondos, como cooperativas y otros, y (2) crear un gestor de fondos estatal. Estos ajustes aumentarían la competencia en la industria, lo que per se es deseable pues bajarían las comisiones cobradas por la administración de los fondos, pero requiere asegurarse que el administrador estatal compita en igualdad de condiciones con los gestores privados de fondos.
LO MALO. El proyecto considera la creación de un seguro social para hacer redistribución entre distintos pensionados, actuales o futuros, quienes, por distintos motivos, acceden a una pensión autofinanciada muy baja. Esta redistribución se financiaría con un impuesto al trabajo formal –sí, la parte del 6% de cotización adicional que no va a las cuentas de capitalización individual es un impuesto al trabajo–. Esta propuesta es contraproducente porque fomenta la informalidad laboral y las lagunas previsionales. La redistribución debe atacarse con otros instrumentos, como la PGU o con transferencias directas del Estado, y como cualquier política social debe financiarse con ingresos generales y no con impuestos específicos. El sistema de pensiones no es el instrumento más apropiado para hacer políticas sociales. Ignorando en su análisis los efectos sobre el mercado laboral, esta propuesta fue respaldada por la Comisión Técnica, aunque de la lectura del Informe se desprende que su diseño debe revisarse cuidadosamente.
Además, el proyecto propone separar la industria entre gestores de inversión de fondos y un administrador previsional único, a cargo de todas las tareas relacionadas con la administración de las cuentas de los afiliados (actualmente las AFP realizan ambas funciones). Esta separación no tiene una justificación técnica sólida y puede acarrear muchas complicaciones. Por lo pronto, se crea un monopolio a cargo de todas las labores de apoyo; ¿se imagina cómo hubiera sido el pago de los retiros de fondos si hubiera habido un único ente a cargo de la administración de cuentas, como son el Registro Civil o Fonasa? Por último, el proyecto permite los autopréstamos, lo que abre las puertas a retiros disfrazados (por presiones políticas para eximirlos de devolución) en cada ciclo electoral. La Comisión Técnica recomendó no promover la separación de la industria (y no se pronuncia sobre los autopréstamos).
LO FEO. Estos son elementos que requieren un tratamiento de belleza profundo (análisis muy cuidadoso) antes de considerar su implementación. En particular, el proyecto propone cambiar el método de cobro por la gestión de los fondos, desde una comisión sobre flujo (un porcentaje del sueldo) a una sobre saldo. Esto no tiene una justificación teórica sólida y puede generar muchas injusticias entre quienes tienen saldos más altos, están próximos a jubilar y ya pagaron por la administración de sus fondos cuando aportaron a sus cuentas de capitalización individual. La Comisión Técnica recomendó no innovar en el mecanismo de cobro.
El proyecto también propone licitar un 10% de la cartera de afiliados antiguos todos los años para aumentar la competencia. Esta propuesta, como ha sido discutido extensamente en distintos medios, presenta riesgos altos con efectos importantes para la industria y el mercado de capitales. Por de pronto, podría ser contrario a la creación de un gestor de fondos estatal, llevar a licitaciones desiertas y/o demandas en el Ciadi. La Comisión Técnica recomendó la creación de una comisión técnica transversal que estudie en profundidad este tema antes de proceder.
En resumen, sí a lo bueno, no a lo malo y lo feo. El aumento de la tasa de cotización debe ir mayoritariamente a las cuentas de ahorro de los cotizantes y ser paulatino, para no exacerbar el problema del desempleo que porfiadamente se mantiene sobre el 8% por meses. Insistir en propuestas que confunden el fin de un sistema de pensiones, exigiéndole que sirva de instrumento para hacer políticas sociales (redistribución) que deben financiarse con impuestos generales, pone en riesgo poder avanzar en una reforma que es necesaria.
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