Hace años tuve que entrevistarme con varios gerentes de personas para hablar de la Indemnización por Años de Servicio (IAS). Recuerdo muy bien la anécdota que nos contó la gerenta de una startup en la que una empleada había ido a cobrar su IAS porque se quería ir a vivir a Australia, debido a su pareja lo habían trasladado a ese país en su trabajo.
La respuesta fue que si se quería ir tenía que renunciar y que no le correspondía una indemnización. Enojada respondió que le correspondía ese pago y que demandaría. No demandó, pero dejó de hacer su trabajo para que la despidieran. Finalmente la empresa tuvo que ceder.
El diagnóstico tras esa anécdota se repitió en empresas de diferentes rubros y tamaños. A saber, que la IAS limita las posibilidades de contratar, encarece tanto la contratación que reduce los salarios que se pueden ofrecer, y afecta la productividad de las empresas.
Es que aunque cuesta que se reconozca públicamente, es bastante generalizado el diagnóstico de que existen buenas razones para pensar que el actual sistema de indemnización en Chile puede ser perjudicial.
En el debate público es fácil caer en caricaturas y asumir que abogar por una mejora al sistema es simplemente para beneficiar a los empresarios, como si se tratara de una defensa corporativa. La verdad es que los más perjudicados con la IAS en su diseño actual son los trabajadores (y probablemente especialmente los más vulnerables), y no los empresarios.
¿Por qué? La evidencia muestra que la IAS en Chile es muy alta si se mide con cualquier vara, incluso al compararnos con la OCDE. Mientras en el país un trabajador despedido con 10 años de antigüedad recibe 10 sueldos por indemnización, el promedio de la OCDE entrega 3,2 sueldos. Además, 11 países de la organización no entregan indemnización por desvinculación. No solo eso, si nos comparamos con el mundo, solo hay ocho países que en 10 años de antigüedad dan más indemnización que Chile, de los cuáles solo dos tienen -como nosotros- un seguro de cesantía: Egipto y Tailandia.
Esto no es inocuo. Una IAS alta encarece el empleo, lo que inevitablemente lo reduce. Por ejemplo, existe evidencia académica de que el aumento en los costos de contratación a causa de altas indemnizaciones provoca períodos de desempleos más extensos, aún en países con tasas de desempleo similares (Blanchard y Portugal, 2001).
La intuición se confirma al mirar los datos de países de la OCDE, en los que se ve una clara correlación negativa entre empleos indefinidos y la cantidad de IAS. Es decir, la correlación induce a pensar que lAS muy altas precarizan el empleo en los países.
Adicionalmente, una alta IAS disminuye la productividad laboral por la rigidez que produce. Afecta la productividad porque reduce los procesos naturales de creación y destrucción de empleos (lo que en la literatura económica se conoce como misallocation), porque impide a las empresas disminuir su tamaño en épocas de “vacas flacas” (lo que se conoce como downsizing) y porque genera incentivos a “buscar un despido” como el de la anécdota.
En resumen, el sistema actual de indemnización no está adaptado al mercado laboral, lo que ha limitado la creación de empleos de calidad y la productividad.
Asimismo, restringe la libertad de los trabajadores al desincentivar que busquen mejores empleos. Una actualización de esta política y una mayor atención al seguro de cesantía serían pasos hacia una política laboral que promueva la libertad y resguarde la dignidad de los chilenos.
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Nuevo Pudahuel, operador del Aeropuerto de Santiago, anunció este viernes el inicio de operaciones de Turkish Airlines.
A partir de diciembre, la aerolínea turca iniciará sus operaciones para conectar la capital de Chile y Estambul.
Con cuatro frecuencias semanales, el vuelo se realizará vía Sao Paulo en un Airbus A350-900, con capacidad para 324 asientos. Por esto, el servicio ofrecerá una capacidad de 2.600 pasajeros por semana.
A través de un comunicado, Nuevo Pudahuel expresó “su gran satisfacción de recibir a Turkish Airlines, por el gran alcance que dará su extensa red de conexiones, a los pasajeros que viajen desde y hacia Santiago”.
La startup tecnológica de conducción autónoma WeRide presentó su solicitud para lo que podría ser la mayor Oferta Pública Inicial (OPI) de una empresa china en Estados Unidos desde la desastrosa cotización de la empresa de viajes compartidos Didi Global, en 2021.
WeRide dijo en una presentación este viernes que puede enfrentar “varios riesgos e incertidumbres legales y operativos asociados con tener nuestra sede o nuestras operaciones principalmente en China continental”. La compañía no revelará el número ni el rango de precios propuesto para sus Acciones Depositarias Estadounidenses (ADR, sigla en inglés) hasta que esté lista para comenzar a comercializarlas.
WeRide, constituida en las Islas Caimán, solicitó de forma confidencial una OPI con un plan para recaudar hasta US$ 500 millones, informó Bloomberg News el año pasado. Después de que la OPI de Didi por valor US$ 4.440 millones provocara una ofensiva por parte de Beijing contra las empresas con datos confidenciales que vendían acciones en el extranjero, los listamientos en Estados Unidos de empresas con sede en China se habían estancado.
En su presentación ante la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, sigla en de EEUU), WeRide dijo que tuvo una pérdida de US$ 268 millones de sobre ingresos de US$ 55 millones el año pasado.
Fundada en 2017, WeRide desarrolla tecnología de conducción autónoma y la está probando o implementando comercialmente en 30 ciudades en siete países, dijo en el documento. WeRide produce vehículos que incluyen robotaxis, minibuses, furgonetas y barredoras de calles, además de sus soluciones de software y hardware para conducción autónoma.
Según el documento, el actual inversor Renault-Nissan-Mitsubishi Alliance acordó comprar acciones en la OPI en una colocación privada.
La oferta está dirigida por Morgan Stanley, JPMorgan Chase y China International Capital. La compañía planea que sus ADR coticen en el mercado de valores Nasdaq con el símbolo WRD.
La espectacular ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París comenzó el viernes por la noche con una flota de barcos que transportaban a 10.500 atletas a lo largo del río Sena, la primera versión al aire libre del espectáculo que se espera sea visto por mil millones de personas.
Sin embargo, el evento se vio ensombrecido por un acto de sabotaje criminal que afectó a la red ferroviaria de alta velocidad de Francia en las primeras horas de la mañana y provocó un caos en el transporte en todo el país. Una fuerte lluvia comenzó a caer aproximadamente a los 30 minutos del espectáculo de tres horas, un escenario de pesadilla para los organizadores de la representación teatral que contó con un elenco masivo de bailarines, dos orquestas y un grupo de estrellas del pop, incluida Lady Gaga haciendo una actuación con tintes de cabaret.
“Estamos preparados para este magnífico acontecimiento”, afirmó el ministro del Interior, Gérald Darmanin, antes de la ceremonia, añadiendo que no se habían detectado amenazas específicas. El sabotaje ferroviario “no tendría consecuencias directas sobre los Juegos Olímpicos ni sobre la ceremonia”.
Lady Gaga lleva el cabaret a la ceremonia de apertura de los Juegos de París en el Sena
A media tarde se habían formado largas filass para que los poseedores de entradas ingresaran al perímetro altamente seguro a lo largo del río Sena, donde se esperan 320.000 espectadores a lo largo de los muelles adoquinados de la época medieval. El formato del evento requirió una fuerte seguridad: 45.000 policías fueron desplegados en tierra y en el aire, utilizando helicópteros, drones y francotiradores colocados en los tejados.
El clima también puso a prueba a las docenas de capitanes de barcos experimentados que impulsaron el desfile, quienes navegaron precisamente a la velocidad adecuada para mantener el espectáculo en línea. Algunos espectadores huyeron de los muelles para refugiarse mientras llovía a cántaros.
El presidente Emmanuel Macron recibió a más de 100 jefes de estado en la plaza Trocadero, al otro lado del río desde la Torre Eiffel, donde los atletas desembarcaron para un desfile final y una actuación esperada por la favorita francófona Céline Dion. Jill Biden, esposa del presidente estadounidense, y otros líderes asistieron previamente a una recepción en el palacio del Eliseo.
El espectáculo de tres horas contó con bailarines de ballet en el tejado del Louvre, mientras que cientos de bailarines modernos y breakdancers actuando en los muelles y en algunos de los barcos. Los artistas lucieron trajes hechos a mano por modistos franceses, incluidos Louis Vuitton y Dior de LVMH.
Cuando Reboul le propuso la idea a Tony Estanguet, jefe del comité organizador de París, el dos veces ganador de la medalla de oro reaccionó con un estupor que rápidamente se convirtió en entusiasmo. “Será ambicioso, audaz y totalmente loco”, afirmó Estanguet recordando el momento.
Aunque los funcionarios se han mostrado vagos sobre el precio, los medios franceses han informado que la ceremonia costará alrededor de 120 millones de euros, es decir unos US$ 130 millones y aproximadamente cuatro veces el costo de la inauguración de los Juegos de Londres 2012. Se espera que el coste total de los Juegos de París, que se presentó como una edición más ecológica porque se construyó poca infraestructura nueva, alcance entre 9.000 y 10.000 millones de euros, según el auditor nacional. Alrededor de un tercio de esa cantidad será costeada por los patrocinadores.