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Economia

Jorge Navarrete apunta a convencionales: “Están a punto de pasar a convertirse en los rostros del bochorno y de una farra histórica”

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Cuando la Convención Constitucional (CC) está en tierra derecha, trabajando a toda marcha para concluir su labor y presentar el borrador el 4 de julio y, paralelamente, el gobierno busca la forma de enfrentar la crisis económica que atraviesa, conversamos en profundidad con el abogado, analista y columnista Jorge Navarrete Poblete.

Máster en Derechos Fundamentales, Navarrete –exdemócratacristiano y uno de los rostros del “apruebo”- reconoce “cierta desafección” con el trabajo de la CC, asegura que “muchas de las transformaciones y medidas y propuestas, están chocando contra el sentido común ciudadano”.

Pero también abordó la gestión del gobierno, detallando los principales errores, especialmente del ministro de Hacienda, Mario Marcel; y advirtiendo sobre los flancos que el presidente Gabriel Boric debe cerrar para sortear con éxito su administración, que recién comienza.

-¿Comparte la desconfianza que se ha generado en torno al trabajo de la Convención Constitucional (CC)?

-Comparto cierta desafección general hacia el debate constitucional, en especial por quienes habíamos depositado mucha esperanza en este proceso. El acuerdo del 15 de noviembre de

2019 no sólo consistió en una salida política a la grave crisis que vivía el país, sino también era la esperanza de poder relegitimar, de manera colectiva y masiva, un diseño institucional. Pues bien, y cualquiera sea el resultado del plebiscito de septiembre próximo, eso ya no ocurrió.

-¿A qué cree que se debe que el alto respaldo con que la CC inició su labor esté terminando en un desprestigio similar al de los políticos?

-A muchos factores, entre los cuales están los excesos de los propios constituyentes convencionales, de lado y lado; como también una mala interpretación que la Convención hizo del actual momento político y social del país, especialmente después del resultado de las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias; sumado a una discusión donde, más allá del legítimo derecho a respetar la voluntad de una mayoría, se renegó de toda posibilidad de diálogo y un acuerdo más amplio, como el que se requería en este caso. De aprobarse este texto constitucional, no será la casa de todos.

-¿Cuánto tiene que ver en todo esto la mala comunicación del trabajo de la CC?, ¿es real que existe un problema en esta materia?

-La primera tentación frente a las dificultades es echar mano a los problemas comunicacionales. Evidentemente, la forma de presentar las cosas puede contribuir al mejor o peor entendimiento de la opinión pública, pero lo comunicacional referencia un resultado y es una consecuencia de lo que ahí ha ocurrido. Por lo mismo, y más allá del interés de algunos de informar de manera sesgada sobre el devenir del debate constitucional, las razones y el origen del desprestigio radica en las acciones y las maneras generadas por la propia Convención. Ellos tienen la principal responsabilidad y, sorprendentemente, una nula o escaza autocrítica.

-¿A qué atribuye que el rechazo al plebiscito de salida esté ganando terreno?, ¿tiene que ver con el alza del desprestigio o con los temas de fondo?

-Hay temas de fondo como de forma, pero en ambos casos conectan con algo fundamental y que la mayoría de la Convención no parece percibir: y es que su interpretación política del momento que vive el país, como muchas de las transformaciones y medidas y propuestas, están chocando contra el sentido común ciudadano. Y así como el estallido social nos dejó una serie de “hijos ilegítimos”, de los que se receló y minimizó -pienso en seguridad, propiedad, empleo o inmigración, por ejemplo-, así también una parte de la ciudadanía parece ver en las propuestas ya aprobadas por la Convención un retroceso o amenaza a lo que han hasta ahora han alcanzado o construido.

-¿Cuánto pesa en todo esto el exceso de expectativas generadas en torno al proceso constituyente?

-Entre más alto se cae más fuerte y, de hecho, pregúntenle al actual gobierno. La esperanza en este proceso no sólo estaba depositada en la posible mejora de las objetivas condiciones materiales de los ciudadanos -como previsión, salud, educación o trabajo-, sino también en una dimensión subjetiva: la de favorecer una sociedad de menos privilegios, con mayor igualdad ante la ley, y donde la democracia representara de manera más equitativa los intereses de todos los ciudadanos. Pues bien, y nuevamente tanto en el fondo como en la forma, hasta ahora esto no se percibe de manera mayoritaria; más bien todo lo contrario, por muchos.

-En estas cosas de poco sirve llorar sobre la leche derramada, pero ¿hubiera cumplido un mejor rol una Convención Mixta?

-No lo creo. Los niveles de desafección y desprestigio ciudadano de la clase política profesional, no distan mucho de la imagen que hoy se tiene sobre la Convención Constitucional. Con todo, le confieso que no asigno la misma responsabilidad a todos los miembros de la Convención Constitucional, ya que hay un puñado de ellos que -por trayectoria, experiencia, poder e influencia- se les debe reprochar con más dureza su ausencia de conducción y moderación.

Emborrachados con la idea de que serían los padres de la nueva Constitución, están a punto de pasar de convertirse en los rostros del bochorno y de una farra histórica, a resultas de haber confundido persistencia con porfía, voluntad con voluntarismo y popularidad con populismo constitucional.

-¿Quiénes son aquellos a los que le asigna mayor responsabilidad, para ponerles nombres?

-Me refiero a personas con larga trayectoria, que durante mucho tiempo esperaron este momento y que, como le decía me parece tenían una responsabilidad en el éxito de este proceso mucho mayor que la de otros convencionales. Me refiero, por ejemplo, a Fernando Atria, Jaime Bassa, Mauricio Daza; los abogados y, particularmente, los constitucionalistas del mundo de la izquierda.

-¿Y dónde quedan figuras como Fuad Chahin y Felipe Harboe, por ejemplo?

-Me da la impresión de que, en esos casos, su poca influencia respecto al resultado final en algo atenúa su responsabilidad.

-¿Sería un fracaso de la democracia que este proceso resultara fallido?

-Mirado con objetividad, quizás ya fracasó. Si gana el apruebo, lo hará por un margen relativamente estrecho, frustrando el principal y quizás único objetivo que tenía este proceso, que no era otro que relegitimar masivamente nuestra arquitectura institucional; generando una Constitución que masivamente hiciéramos nuestra, con un mayoritario compromiso y lealtad hacia sus normas, derechos y deberes. Y de ganar el rechazo, y más allá de las consecuencias políticas, sociales y económicas, menos todavía se cerrará este debate, prolongando la agonía y la incertidumbre.

-En el supuesto caso de que, efectivamente, se impusiera el rechazo, ¿es factible que el Congreso sea el encargado de redactar el nuevo texto constitucional?

-El sólo hablar o plantearse esta posibilidad, es una forma de viabilizar la opción rechazo y bajar los costos políticos a dicha decisión, y es justamente esa la razón por la cual el Presidente de la

República cometió un error al comentar sobre este tema. Pero más allá de las consideraciones tácticas, es evidente que una clase política responsable no puede sino prever y tener un plan para tal posibilidad. Hasta la propia derecha, como lo hizo Marcela Cubillos, reconoce que es inviable continuar con la actual Constitución. Y las alternativas son pocas, y la realista es sólo una. No veo disposición o piso político y social para convocar a una nueva Convención, como tampoco creo pueda reflotarse el proyecto de Constitución que dejó la expresidenta  (Michelle) Bachelet al final de su mandato. Lo único razonable y posible es que los actuales depositarios de la soberanía popular, el gobierno y el Congreso, generen un procedimiento para retomar este proceso.

-¿Fue un error del gobierno vincular tan estrechamente el éxito de la CC al gobierno mismo?

-Probablemente, pero no tenía muchas alternativas. Después del propio compromiso personal del Presidente de la República, que le significó costos muy altos al interior de su coalición, y por la vocación reformista y refundacional que tiene la actual administración, era más o menos ineludible que el éxito del proceso constitucional estuviera ligado, asociado e irremediablemente unido al destino del actual gobierno.

“En esta devaluación acelerada hay un profundo déficit de política”

-Cambiando  drásticamente de tema, ¿el gobierno lo ha hecho tan mal como parece o está recién calentando motores?

-Lo ha hecho mal, pero no tan mal como parece (ríe). Para nadie era un misterio que debutar en un contexto post pandemia, con una crisis económica, inmersos en un proceso inflacionario desatado y sin las holguras fiscales del pasado, resultaría una complejidad mayor. También intuíamos de las dificultades que enfrentaría una generación joven, con poco “Estado en el cuerpo”, la cual ha sido presa de su inexperiencia, improvisaciones y cierto desdén por la complejidad, por no decir frivolidad.

-Pero lo que realmente me extraña, es el poco manejo de los códigos de la política, especialmente por una coalición que con mucho éxito hizo gala de ese talento, en una carrera muy corta y exitosa para llegar al gobierno. Es decir, en dos meses no hay Ministerio del Interior, el titular de Hacienda tropieza en el entrenamiento previo a los partidos que se vienen, no existe un planificación de gobierno para los primeros tres meses, se multiplican las contradicciones y, como si fuera poco, el desorden al interior del Ejecutivo rápidamente se replicó en el Poder Legislativo. En esta devaluación acelerada hay un profundo déficit de política.

-Cuál fue el tropiezo de Mario Marcel?

El principal yerro del ministro Mario Marcel, especialmente respecto de las expectativas aparejadas a su conducción, influencia y a su capacidad de contención al interior del gobierno, fue haber cedido de manera muy temprana y contradictoria, respecto de sus convicciones pasadas y presentes, en un proyecto alternativo que permitiera retirar parcialmente los fondos de pensiones, con un efecto inflacionario que hubiera sido relativamente similar al proyecto propuesto por los diputados.

 -¿Cuáles diría que son los flancos que más debe cuidar el presidente Boric?

-Son básicamente tres y los dos primeros especialmente caros para la izquierda, tanto en Chile como en el mundo. Uno, la paupérrima situación económica y las alzas en el costo de la vida, que chocarán con las expectativas ciudadanas. La izquierda debe entender que para distribuir, se debe antes generar; y que el crecimiento económico es el sustento de cualquier política social. Dos, una situación de inseguridad ciudadana y naturalización de la violencia que se encuentra completamente desbordada. Hoy el escenario es mucho peor que hace cinco meses y de no reaccionarse ahora, pudiéramos entrar en un punto de no retorno. Tres, el resultado del plebiscito de septiembre próximo, ya que el rechazo podría ser al gobierno de Boric, lo que el estallido social fue a la gestión de Piñera.

-¿Cómo resolver la disyuntiva de combatir la delincuencia con mano dura sin caer en lo que su sector siempre criticó?

-Terminando con los complejos que arrastra la izquierda en esta materia, ya que su opción privilegiada por el diálogo no puede ser a costa o incompatible con el legítimo derecho a utilizar la fuerza socialmente organizada para reestablecer y garantizar el orden. Incluso más, se traiciona la idea del diálogo, cuando no se garantizan las mínimas condiciones para su éxito. Más allá de las circunstancias históricas, extraña que quienes abrazan al Estado como un profundo instrumento de transformación y cambio, se desentiendan de cuál es su principal y quizás fundamental razón de ser: garantizar la seguridad de los miembros de la comunidad política. Si sumamos a eso la mayor legitimidad que tiene la izquierda para hacer uso de esa fuerza, resguardando por cierto los derechos fundamentales de los ciudadanos, es incomprensible y peligrosa su inacción en este ámbito.

-¿Cree que debería ceder entonces  ante quienes están exigiendo que se vuelva a implementar el estado de excepción en la Macrozona Sur?

-Podremos largamente discutir sobre la efectividad de una u otra medida, pero en política son importantes las señales y los símbolos. Esta generación en el gobierno lo debería saber mejor que nadie, pues en el pasado utilizaron muy bien ese expediente. No se entiende que se termine con el estado de excepción en la MacroZona Sur o se retiren todas las querellas por Ley de Seguridad Interior del Estado, sin contar y desplegar inmediatamente otras medidas para hacerse cargo de la grave situación que se vive en dichos lugares. Aquí el problema del gobierno no es de legitimidad, sino de credibilidad. No dimensionan la gravedad del problema y menos saben cómo abordarlo.

-¿Cuánto perjudicó a la imagen de la  ministra del Interior, el viaje fallido a La Araucanía?

-Oscar Wilde decía que no hay una segunda oportunidad para dejar una primera impresión. Lo ocurrido fue grave, pues no sólo fue la ministra y su comitiva las que retrocedieron ese día. Ahí también retrocedió la posibilidad del diálogo y, todavía peor, retrocedió el Estado de Chile. Con posterioridad, los otros errores cometidos por Izkia Siches la dejaron en una situación imposible: no puede irse todavía, pero su permanencia es sólo figurativa, pues no sólo dilapidó su legitimidad y poder, sino también perdió la confianza de sus pares y el Presidente.

-Estamos a menos de un mes de la tradicional Cuenta Pública a la Nación, ¿por dónde se deberían decantar los anuncios del mandatario?

-Pese a todo, sostengo que estamos a tiempo para generar un punto de inflexión. El Presidente mantiene todavía una legitimidad ciudadana para enmendar el rumbo. Y más importante que cuál sea esta nueva dirección, es que se den señales de empujarse y sostenerse de manera consistente y coherente. Dicho de otra manera, el problema de este gobierno es que parece estar más flotando que navegando, y la principal virtud de la gobernabilidad es dar certezas sobre una ruta y la expectativa de transitarla con éxito. Y sobre su contenido: seguridad y protección son los ejes claves.

-¿Fue un error de Boric optar rodearse por su núcleo duro de cercanos en el equipo político?

-No lo creo. En algún sentido todos los presidentes se han rodeado de personas cercanas. La confianza y lealtad que exige la tarea política de gobernar está siempre mediada por historias de vida compartidas. El reproche a Boric, al igual que a sus antecesores, no es acompañarse por personas de confianza, sino el confundir esa amistad con las requeridas capacidades para ciertos cargos. Izkia Siches hubiera sido una gran ministra en cualquier otra cartera que no fuera Interior; o el paso de Giorgio Jackson por el Parlamento y la difícil relación con sus antiguos colegas, quizás aconsejaba no haberlo puesto en el Ministerio Secretaría General de la Presidencia. En cambio, fue un gran acierto haber nombrado a Camila Vallejo como vocera de su gobierno. Entonces, no es la cercanía y la amistad el problema, sino los talentos y el mejor lugar para desplegarlos.

-¿Se podría considerar que está en tela de juicio el liderazgo del presidente Boric?

-Me parece que el Presidente está al debe, pero -tal como me lo preguntabas anteriormente- hay todavía una oportunidad. El Presidente de la República goza de una mayor legitimidad que la que tiene su coalición, su gobierno y sus ministros; y, por lo tanto, es el momento de volcar ese capital político a dar mayores certezas y una dirección clara, coherente y consistente en lo que viene por delante.

-¿A pesar de las encuestas?

-La disociación entre las expectativas del gobierno y las esperanzas y posibilidades del Presidente de la República es una cuestión no sorpresiva. Le sucedió a Michelle Bachelet y no así en el caso de Sebastián Piñera. En ese sentido, pese a  la dramática caída en las encuestas de la valoración del gobierno, el Presidente todavía tiene margen de maniobra.

-Con un Congreso altamente fragmentado, una plataforma política que no se pone de acuerdo en el Parlamento y una coalición de Chile Vamos que le ha sabido sacar partido a todo esto, ¿cree viable que Boric logre sacar adelante las reformas tributaria y de pensiones?

-El episodio del quinto retiro anticipó que la relación con el Congreso y la tramitación de las grandes reformas serán cuestiones en extremo complejas. Sumado a lo que usted señala, está intacto el interés corporativo de diputados y senadores por prolongar el cogobierno y el parlamentarismo de facto. En ese escenario, lo primero es hacer la pérdida, en el sentido de que lo tramitado y finalmente aprobado podría distar mucho de lo originalmente planificado. Ahora, más que nunca, la negociación, el acuerdo y la transacción, serán una obligación y no una opción. Y la política, como ayer, hoy y mañana, será el arte de lo posible.

-¿Cuál es el rol que juegan la DC y el Partido de la Gente en el Congreso?

-En un escenario de mayor fragmentación, desorden y menor unidad política de las coaliciones, especialmente la gobernante, los partidos con una representación política más pequeña tienen la oportunidad para jugar el rol de bisagras o socios minoritarios, pero con control. Como sea, el gobierno deberá entender que las mayorías serán muy distintas, según los proyectos que se tramiten y se proponga aprobar.

-¿Se podría considerar que está en tela de juicio el liderazgo del presidente Boric?

-Me parece que el Presidente está al debe, pero -tal como me lo preguntabas anteriormente- hay todavía una oportunidad. El Presidente de la República goza de una mayor legitimidad que la que tiene su coalición, su gobierno y sus ministros; y, por lo tanto, es el momento de volcar ese capital político a dar mayores certezas y una dirección clara, coherente y consistente en lo que viene por delante.

-¿A pesar de las encuestas?

-La disociación entre las expectativas del gobierno y las esperanzas y posibilidades del Presidente de la República es una cuestión no sorpresiva. Le sucedió a Michelle Bachelet y no así en el caso de Sebastián Piñera. En ese sentido, pese a  la dramática caída en las encuestas de la valoración del gobierno, el Presidente todavía tiene margen de maniobra.

 

 

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