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Sangre, azotes y figuras de terror: la Semana Santa en el Chile antiguo

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En un otoño perdido hacia la década de 1810, el tipógrafo estadounidense Samuel Johnston, quien se encontraba en Santiago -la capital de la naciente República de Chile- presenció una procesión. Lo que más le impactó al norteamericano fueron unos devotos, que -acompañando la imagen de Cristo- portaban unos curiosos instrumentos, de varias puntas y de las que pendían trozos de metal. Con ellos, se golpeaban en sus espaldas desnudas, haciendo brotar la sangre y dejando una estela macabra a su paso.

“Cuando vi por primera vez a estos infelices, me imaginé que cumplían penitencias que les hubiesen sido dadas por sus confesores como castigo de culpas graves –escribió Johnston en su diario–; pero supe después que se imponían ellos mismos de su voluntad semejante azotaina, con lo que dejaban puesto muy en alto su devoción, juzgándose de su santidad por la decisión y energía con que se aplicaban semejante tortura”.

Lo que vio Johnston era el paso de los llamados “Disciplinantes”, uno de los grupos que caminaban por las calles de la capital, y de todo Chile, para conmemorar la Semana Santa. En rigor, un acto que se realizaba cada Jueves Santo y tenía como nombre “La procesión de sangre”.

“La procesión de sangre comenzaba en las primeras horas de la noche apareciendo dos columnas. Una que partía desde la iglesia San Francisco, que correspondía a los indios; y la otra, procedente del templo de Santo Domingo, pertenecía a los morenos”, señala a Culto el doctor en Historia Marcial Sánchez Gaete, especialista en la historia de la Iglesia Católica.

Una procesión de disciplinantes, de Francisco Goya y Lucientes (1812–1819).

A diferencia de lo que ocurre en nuestros días, durante los tiempos de la Colonia y en el siglo XIX, la Semana Santa tenía un cariz más público, ya que se basaba más en las masivas procesiones y celebraciones populares más que el descanso en el hogar. “En la ciudades y pueblos de Chile se formaban procesiones que recorrían las calles cubiertas de flores y adornadas con arcos, cintas de colores y granadas de papel por donde se desplazaban los creyentes tras la imagen a cuyo paso, la multitud guardaba silencio y se hincaba en señal de respeto”, señala Milton Godoy Orellana, doctor en Historia e investigador del Museo regional de Atacama.

En los siglos XVII y XVIII -y hasta entrado el XIX-, la Iglesia tenía un importante rol como uno de los ejes de la vida social; su presencia era notoria en la educación, los pueblos de indios y en los momentos vitales como el nacimiento y el matrimonio. Por eso la Semana Santa se vivía con especial fervor y congregaba a un buen número de asistentes a las polvorientas calles de Santiago y Concepción, las principales ciudades de la Capitanía General de Chile. La gente podía observar la salida de diversas columnas y cofradías desde diferentes templos. Estas celebraciones comenzaban los jueves y la población se lo tomaba con un sentido sacro y serio.

“Se detenía todo tipo de trabajos y se iluminaban las iglesias -asegura Milton Godoy-. El negro predominaba en las vestimentas de los habitantes. En Santiago, según el viajero sueco Carlos Bladh ‘pesaba un silencio de muerte’, interrumpido solo por el murmullo de miles de voces y por los presos que haciendo sonar sus cadenas pedían limosna en las esquinas”.

Tras el paso de los “Disciplinantes”, cerca de la medianoche, las procesiones continuaban. “De la Iglesia de la Merced salía la procesión de la Veracruz, compuesta por los caballeros. Al día siguiente, el Viernes Santo, encontramos la procesión de La Piedad, que era organizada por la Cofradía de Santo Domingo, como también la Llamada de la Soledad, que emergía de la iglesia de San Francisco”, señala Marcial Sánchez.

Las procesiones continuaban los días posteriores, así lo detalla Sánchez: “El Sábado Santo había tres procesiones: en una participaban los encomenderos y vecinos, y era organizada por los Dominicos. Otra, de indios, salía del templo de San Francisco, y llevaban en andas al niño Jesús vestido de traje indígena. Por último, la Cofradía que salía de la Iglesia de la Compañía, en la que también participaban pueblos originarios”.

Tal como ocurría en el Chile de la época, en las procesiones los participantes se agrupaban según su procedencia social. “Las regulaciones mandaban que ‘cada uno debía mantener su lugar’, lo que se evidenciaba con claridad en las iglesias, donde solo las autoridades y la clase acomodada se sentaba, el resto se debía quedar de pie -explica Sánchez-. Por lo que se ha podido estudiar, ya en el siglo XIX el pueblo comienza a celebrar la Semana Santa con actividades donde no necesariamente estaba presente la elite, solo era necesario un sacerdote, el que siempre existió”.

Iglesia de la Merced.

Por esos años, también se realizaba una tradición que se ha mantenido hasta hoy: el Vía Crucis. Una instancia que fue traída a Chile por la orden franciscana, cuya iglesia -hasta hoy- se emplazaba en el centro de Santiago. “Se debe recordar que la erección y uso de las estaciones se generalizaron a fines del siglo XVII -explica Sánchez-. Se plantea que habrían sido los franciscanos los primeros en establecerlo, ya que a ellos se les concedió en 1342 la custodia de los lugares más preciados de Tierra Santa, y con posterioridad, el Papa Inocencio XI en 1686 le otorgó, a dicha orden, el derecho de erigir estaciones en sus iglesias”.

“Los franciscanos llegaron a Chile en 1553 y con ellos toda su impronta. Por tanto, el Vía Crucis fue parte de su vida devocional instalando en el territorio la costumbre para Semana Santa, aunque sabemos de la participación de todas las órdenes religiosas que se encontraban en nuestro país”, añade Sánchez.

El historiador añade que desde los tiempos de la colonia nació una tradición que hasta hoy se realiza una semana después del Domingo de Resurrección, casi como un remanente folklórico de esos primeros años de la joven nación: el Cuasimodo. “El comulgar a lo menos una vez al año se normó en el Concilio de Trento (1545-1563), lo que hizo necesario que los religiosos impartieran la comunión a los enfermos en donde estos estuviesen. El problema de ello que en países como Chile había lugares muy apartados a los que costaba mucho llegar y en viaje de por si era arriesgado, por lo que el sacerdote necesitaba de la ayuda para acceder con la comunión, de esto ya tenemos antecedentes desde el mundo colonial. Son varios los relatos de sacerdotes que acompañados por un grupo de hombres llevaban la comunión a los enfermos, eran tiempos donde los viajes eran largos, por lo que también se aprovechaba de dar primeras comuniones y confesar, a estas visitas se les empezó a conocer como misiones”.

“Con el pasar de los años era común ver que grupos de vecinos se organizaran y acompañaban al religioso, protegiéndolo de los asaltantes que podían acechar en el camino -añade Sánchez-. Del origen se le asigna la fecha de 1864 en Talagante, hecho que solo denota una organización formal de protección del sacerdote en las labores ya descritas, pero que en realidad en una actividad que viene del mundo colonial y que perdura hasta nuestros días”.

Andacollo, 1836. Atlas de la historia física y política de Chile / por Claudio Gay. París : En la Imprenta de E. Thunot, 1854.

Pero las procesiones no eran la única forma de celebración, también hubo expresiones populares que mostraban otra faceta de las festividades. “La celebración de Semana Santa en Chile tradicional constituía un complejo espacio social en que coexistía la percepción del cristianismo doliente y el cristianismo festivo”, explica Milton Godoy, quien se ha especializado en investigar festividades populares en la zona del norte chico, que entre otras incluyen celebraciones como la Virgen de Andacollo.

Por ello, en esa zona las ceremonias tenían otro cariz, que las emparentaba con otras fiestas populares que abundaban en el calendario civil, como las fiestas patrias. “Su religiosidad se manifestaba mixturándola con expresiones de alegría, goce y fervor, que definitivamente provocaba grandes diferencias con las celebraciones en Santiago. Estas tendían a profundizase y aumentar en los pequeños poblados del Norte Chico, donde la presencia de la Iglesia era menor y predominaba un ambiente de expresiones autónomas y propias del mundo popular. Esto no significa que las penitencias estuvieran erradicadas; persistían, y aún lo hacen en las festividades en Chile”.

Por ello, Godoy menciona algunos detalles que muestran cómo la cultura popular adaptó la celebración. “Las expresiones de fervor religioso se mezclaban con representaciones de toros, figuras confeccionadas en papel imitando a este animal en el interior del cual se ubicaba una persona, que era acompañada por toreadores en caballos de palo. El desfile continuaba con hombres en zancos denominados ‘gigantes’ y la Tarasca, representación de un monstruo marino que según la tradición francesa había sido domado por Santa Marta”.

Además, en las procesiones era común ver a personajes que han desaparecido del rito popular en la actualidad. Según Milton Godoy, hay testimonios, como los del viajero inglés Longeville, quien se concentró en los bailes que acompañaban la comitiva y en particular en un sujeto como conocido como el “matagallinas”; se trataba de una suerte de bufón “disfrazado como demonio, con cuernos y cola […] va con una larga fusta abriendo sitio para los bailarines, sin consideración a la muchedumbre, la que, sin embargo, está obligada a tomar sus azotes sin ofenderse”.

Otros personajes que pululaban en las calles durante las festividades religiosas, eran los Cucuruchos, personajes aterradores a los que el ya mencionado Carlos Bladh pudo ver en acción como una suerte de cobradores de pecados. Los describió como “altas figuras vestidas de negro disfrazadas con grandes bonetes cónicos [que] molestaban en las plazas a los transeúntes con el grito severo: den limosna para sacar las almas de los difuntos del purgatorio”.

Milton Godoy agrega que “unas décadas después, hacia mediados de siglo, el marino norteamericano James Gilliss los describió (a los Cucuruchos) como una ‘mascarada solemne’ que se desplazaba por las calles vestidos de negro, con un largo sombrero cónico y un bastón, traje que les destacaba e inspiraba un ‘bien calculado terror’ entre los niños”.

Cucurucho, personaje que participaba en la conmemoración de la Semana Santa.

Otra tradición que ha sobrevivido es la que se observa cada Domingo de Resurrección, con los huevitos de chocolate, tan esperados por los menores. Sin embargo, esta costumbre refiere al influjo de la inmigración en el período en que el país comenzaba el tránsito hacia la modernización y la conexión con los centros de poder económico del orbe. “Responde a influencias de inmigrantes y está asociada a la abstinencia de huevos y productos lácteos existente en la cuaresma. Originalmente se pintaban huevos de gallinas y pavos, los que posteriormente se regalaban”, explica Milton Godoy.

Marcial Sánchez sitúa el arribo de esta tradición a mediados del siglo XIX. “Fue con la llegada de colonias alemanas al territorio quienes seguían la tradición de vaciar los huevos de gallina, los pintaban y colocaban dulces, los que después eran regalados”.

Con la instauración de la república, los gobiernos buscaron normar las festividades populares, considerando que al menos hacia 1823 existían tres efemérides dedicadas a celebrar episodios claves de la emancipación; el 12 de febrero, 5 de abril, y el 18 de septiembre. Pero las fiestas religiosas también fueron objeto de escrutinio de las nuevas autoridades, empapadas del ideario racionalista propio de la Ilustración. “El mundo liberal veía en el cristianismo doliente una muestra de carencia de civilización y la convicción de que estas prácticas deberían ser superadas”, explica Milton Godoy.

Por ello, casi desde los albores de la nación, hubo medidas orientadas a regular las festividades religiosas. “Las autoridades republicanas iniciaron, en 1821, un proceso destinado a disminuir la cantidad de fiestas, pues consideraban que estas impactaban negativamente en el número de días de trabajo, produciendo de paso, holgazanería y otros vicios dañinos a la sociedad”, detalla el historiador.

Y cita un ejemplo: “En 1821, el director supremo O’Higgins solicitó al obispo Muzzi –jefe de la primera Misión apostólica en América independiente– la reducción de los días de precepto, quien por un indulto de agosto de 1824 los redujo de diecisiete a once”.

Pero desde su lado, Marcial Sánchez asegura que no siempre hubo choques entre la institución y el mundo liberal respecto a la festividad en particular. “La iglesia católica era una institución respetada y querida por la población, pero como muy bien sabemos desde mediados del siglo XIX se comenzó a plasmar lo que será la separación de la iglesia con el estado, que se concretó en la constitución de 1925. La Semana Santa era una instancia de unión y son varias las imágenes que muestran a los gobernantes con sus equipos ir a la cabeza de las procesiones, como también tenemos documentos que muestran la desconformidad de sectores ante este tipo de celebraciones. Pero en lo general había un respeto por estas instancias de celebración religiosa”.

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Colombia le empata a Perú y evita que Chile sea colista de las Eliminatorias

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A raíz de la mala campaña en las Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial 2026, Chile necesariamente debe estar pendiente de otros resultados, con la calculadora en la mano. En ese sentido, una particular atención debía tener con lo sucedido en Lima, en el duelo entre Perú y Colombia, que cerró la séptima fecha clasificatoria. La Bicolor es uno de los rivales directos de la Roja, en la disputa del sexto cupo y el repechaje, por lo tanto era necesaria (desde los intereses nacionales) una ayuda de los cafetaleros. En la capital peruana, fue un empate 1-1 que terminó siendo un alivio para el Equipo de Todos, por el devenir del cotejo.

Sin el castigado Jorge Fossati al borde de la cancha, Perú salió a la cancha buscando su primera victoria en estas Eliminatorias, para salir del fondo de la tabla. Además de esa presión, requería cambiar la imagen luego de una deslucida Copa América, en la cual quedó en el camino en la fase grupal. La novedad fue la vuelta de Renato Tapia, portando la jineta de capitán, quien se perdió el certamen en Estados Unidos con una polémica de por medio.

La Selección Colombia, subcampeona de América y uno de los elencos que mejor fútbol exhibe en este lado del mundo, goza de una generación que destaca en Europa y que cuenta con una holgura que le ayuda en el tránsito de las Clasificatorias. El DT Néstor Lorenzo se guardó a James Rodríguez para el segundo tiempo. El 10 colombiano, flamante refuerzo del Rayo Vallecano de España, venía con inactividad.

El primer tiempo fue tan dinámico como impreciso. Colombia tuvo un dominio relativo. Si bien registró el 68% de la posesión durante el lapso inicial, Perú tuvo un par de acercamientos hacia la meta de Camilo Vargas que despertaron a la efervescente hinchada local. En los 11′, un cabezazo de Alex Valera obligó a la gran intervención de Vargas, quien despejó. Luego, en los 24′, se anula un gol a Gianluca Lapadula, por fuera de juego.

En líneas generales, Colombia tuvo un mayor afán de protagonismo, que se acentuó en el complemento. Perú, en casa, apostaba a salir de contragolpe. La Blanquirroja dio un sorpresivo golpe en el partido abriendo la cuenta gracias a una acción de pelota detenida. En los 66′, el zaguero Alexander Callens pone el 1-0, desatando una algarabía contenida por mucho tiempo en el país vecino. Luego de un centro, el defensor va a la segunda jugada y conecta el balón.

Este resultado mandaba a Chile en el último lugar de la tabla, al tener peor diferencia de gol que los peruanos. El peor escenario imaginable para el fútbol criollo. Rozando el papelón.

Colombia mejoró, haciendo figura al portero Pedro Gallese. En el epílogo, llegó el empate, que se festejó tanto en Bogotá como en Santiago. Con un cabezazo, Luis Díaz puso el 1-1, entregándole algo de justicia al partido y devolviendo a Perú al fondo de la clasificación. Una sensación de alivio inconmensurable en Pinto Durán.

De esta manera, Perú se mantiene en el fondo con solo 3 puntos. Es el único elenco sin victorias en el proceso rumbo a 2026.

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Las distintas realidades financieras de las constructoras

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Una semana después de que acabara el primer semestre, el gerente de una constructora de edificios residenciales dijo que lo peor de la crisis que ha sufrido su sector ya pasó y que se estaba viendo la luz al final del túnel. Ahora, cuando las empresas del rubro que cotizan en bolsa ya dieron a conocer sus estados financieros, es posible indagar para saber cuánto de realidad tenía esa afirmación. Y lo cierto es que, a la luz de los balances, todavía parece ser pronto para dar por acabada esta negativa etapa, azuzada por la debilidad del consumo, el endurecimiento del crédito y las altas tasas de interés, que provocó el brote inflacionario.

El problema fundamental se centra en las compañías mayoritariamente volcadas al segmento inmobiliario. En cambio, algunas de las mayores constructoras del país trabajan también en grandes obras civiles, lo que les reporta diversificación y más solidez. El nuevo presidente de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), Alfredo Echavarría, resumió este momento apuntando a que se deberá poner “énfasis en los sectores que están más afectados, como la vivienda privada”.

Así, el estado financiero de cada firma depende de cuánto peso tienen sus áreas de negocio y cuán diversificada se encuentra. Esto, en un contexto macroeconómico que aún muestra un bajo dinamismo este año. “El crecimiento del PIB tiene un fuerte impacto en el sector construcción en Chile, y si bien se espera una expansión este año, se espera que haya una evolución de los resultados del sector, pero será de manera gradual”, comenta Paula Acuña, analista senior de la clasificadora de riesgo Humphreys. Por tanto, que estas empresas “mantengan una amplia diversificación de sus negocios morigera el riesgo de pérdidas en periodos desfavorables”, agrega.

Pero la preocupación en el mercado financiero se centra en el nivel de deuda que carga la construcción. Las firmas abiertas en bolsa suman una deuda financiera de casi US$2.400 millones, donde cuatro de ellas representan casi el 80%: Socovesa, con US$723 millones; SalfaCorp, con US$470 millones; Paz, con US$422 millones, y Besalco, con US$306 millones. Por eso, algunas empresas se han dedicado fuertemente a trabajar con el gran objetivo de reducir su deuda, como Moller & Pérez-Cotapos, que la disminuyó en un 30%.

En este contexto, se puede dividir el rubro en tres grupos, de acuerdo a cómo están enfrentando este periodo complejo.

Construcción, edificios, departamentos, propiedades.

Aún sin risas, pero al menos dejando el tono sombrío que las ha caracterizado en el último tiempo, de entre las siete compañías constructoras que cotizan en bolsa, hay dos que dan muestras de una mayor firmeza. Se trata de Besalco y Salfacorp, que poseen un área de obras civiles potente y que, según los especialistas, fundan su fortaleza en la diversificación de sus negocios, puesto que también participan en montaje industrial y en el rubro inmobiliario.

De hecho, los ingresos de ambas subieron 20,6% y 17,2%, cada una, en la primera mitad del año, lo que se correspondió con sus Ebitda (ganancias antes de intereses, impuestos, depreciación y amortización, una medida de su flujo de caja operacional), que aumentaron 2,4% y 13,2%, respectivamente. Pero donde se denota su mayor solidez es en sus indicadores de endeudamiento, que han mejorado.

La deuda financiera sobre patrimonio en Besalco, controlada por la familia Bezanilla, cayó a 0,9 veces desde 1, lo mismo que su pasivo financiero frente al patrimonio, a 1,2 desde 1,3 veces, y la proporción de su deuda financiera de corto plazo sobre el total, que se redujo 13,5 puntos, a un 38,9%.

“La diversificación de la compañía es uno de los pilares más relevantes que ha explicado el comportamiento menos cíclico de su desempeño respecto a la industria en la que opera, justificando el rating relativamente alto en comparación a otros incumbentes con exposición a rubros en los que Besalco tiene participación”, explicó en junio pasado la clasificadora de riesgo ICR al otorgarle perspectiva “estable” a la nota A- de su solvencia.

En el caso de Salfacorp, ligada a Andrés Navarro, disminuyó la relación de pasivo financiero versus patrimonio a 1,0 veces desde 1,1 veces y su deuda financiera de corto plazo sobre el total en 7,7 puntos, a un 49,8%.

“La amplia gama de actividades de la entidad, con una diversificación y complementariedad entre áreas que le otorgan una mayor capacidad relativa para generar sinergias (…) sumado a su vasta experiencia en gestión de proyectos de construcción de obras de gran tamaño y alta complejidad, le han permitido compensar las caídas de actividad en algunos sectores durante los últimos periodos”, dijo la agencia Feller Rate en mayo, al subirle su calificación de solvencia a BBB+.

Edificios Construccion
Edificios departamentos en construcción.

Hay otras dos compañías que, aunque no denotan tensión urgente, venían de cifras más o menos positivas y tuvieron malas noticias a mitad de año.

Echeverría Izquierdo, por ejemplo, anotó una caída de 16,2% en sus ingresos, de 17,9% en su Ebitda y de 38,8% en su utilidad. Y la empresa ligada a los hermanos Fernando y Bernardo Echeverría y a Álvaro Izquierdo, cuenta con un antecedente que la apremia: la deuda financiera de corto plazo respecto a todos sus pasivos, que subió 7,2 puntos, a un 89,2%. Es decir, debe responder en poco tiempo a muchos compromisos. Pero su índice de deuda financiera sobre patrimonio aún no es preocupante: de 1,2 veces. Y los expertos lo avalan: “Se deben considerar las características propias del negocio inmobiliario, donde parte relevante de este vencimiento de deuda se enfrenta con la venta del inventario liquidable o susceptible de liquidar, como las viviendas terminadas y obras en etapa de ejecución”, señala Acuña, de Humphreys. Incluso, la analista recuerda que la compañía cuenta con terrenos para futuros proyectos que podría dar en garantía o vender, y que podría utilizar para reforzar su liquidez.

La otra empresa que no tuvo un buen pasar al exhibir sus resultados semestrales fue Ingevec que, junto con su negocio inmobiliario, cuenta con ingeniería y construcción (I&C), renta residencial y administración hotelera. La firma de Francisco Vial, José Antonio Bustamante y Enrique Besa, redujo sus ingresos en un 21,5%, pero elevó ligeramente su Ebitda y sus utilidades en un 3,9% y un 8,8%, respectivamente. De entre las constructoras, es la más conservadora en términos de endeudamiento, ya que su relación de deuda financiera neta sobre patrimonio es la menor, con 0,8 veces, pero tiene sus ojos puestos en los pasivos bancarios de corto plazo que casi se duplicaron respecto al año pasado. En todo caso, la mirada de los especialistas es “positiva”. “El cambio de perspectivas -de estables a positivas- refleja la amplia experiencia y especialización en el segmento de edificación con que cuenta Ingevec. Ello, en conjunto con una conservadora política financiera en su principal actividad, le ha permitido mantener indicadores crediticios en la unidad de I&C por debajo del promedio de la industria, pese al desafiante escenario del segmento”, comentó Feller Rate en junio al ratificar su clasificación de solvencia BBB.

Las tres compañías del rubro abiertas a la bolsa con un desempeño y un escenario deuda más complicados son Socovesa, Paz y Moller & Pérez-Cotapos. Ahora, de todos modos, es una situación que se ha morigerado respecto a lo que mostraron a fines del año pasado.

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Construcción de viviendas

Socovesa, focalizada en viviendas, mostró en el primer semestre una recuperación operacional que le dio cierto aire. Elevó sus ingresos un 69% debido a una fuerte venta con descuento de su cartera y triplicó su Ebitda, pero dado su interés por saldar deudas, elevó sus costos financieros, lo que la obligó a seguir mostrando pérdidas. La compañía controlada por la familia Gras continúa siendo la que tiene peores ratios de endeudamiento, con una deuda financiera neta de 1,9 veces su patrimonio, pasivos financieros totales de dos veces su patrimonio y una deuda de corto plazo que es el 99,5% de todos sus pasivos financieros.

En mayo pasado, la agencia ICR puso “en observación” la nota BB+ de solvencia de Socovesa, que “captura la incertidumbre respecto al proceso de recuperación financiera de la compañía, teniendo en cuenta las dificultades que seguiría presentando el sector en el corto y mediano plazo”. El futuro de la firma, dice ICR, depende de que se dé “un alza sostenida en la demanda de viviendas nuevas, siempre y cuando la empresa mantenga el adecuado acceso al financiamiento bancario”. La agencia espera una normalización de sus resultados hacia 2026, “dado que los controles de oferta implementados para responder al nivel actual de demanda implicarían contar con un menor stock disponible para escriturar en 2025″.

Paz, por su parte, ligada a la familia homónima, mostró mejoras en sus ingresos del 10,9% y en su Ebitda, del 20,7%, pero sus utilidades cayeron a la mitad, ante un aumento al doble de sus costos financieros. Sus ratios de apalancamiento también son altos, con una deuda financiera neta de dos veces su patrimonio y un pasivo financiero total de 1,7 veces. Pero redujo en 1,7 puntos su deuda de corto plazo, a un 74,8% de su pasivo total.

El futuro de esta compañía, centrada en la vivienda en edificios, tal como en el caso de Socovesa, depende de las condiciones macroeconómicas futuras. Las perspectivas de la agencia Feller Rate son “estables” para una nota de solvencia de BBB+, un escenario que depende de que la firma continúe “con una estrategia conservadora tanto en términos de ejecución de proyectos como de lanzamientos, y en los requerimientos para la generación de promesas, que se traduzcan en adecuados niveles de escrituración para alcanzar un equilibrio inmobiliario similar a lo histórico en el mediano plazo”, sostuvo, lo que permitiría una reducción en sus niveles de deuda.

En el caso de Moller & Pérez-Cotapos, la preocupación por la deuda es evidente. Así, el gran esfuerzo del primer semestre de la compañía, que tiene una base en el negocio de la vivienda, pero que ha crecido en obras civiles en las últimas décadas, fue achicar sus ratios de apalancamiento financiero. Y consiguieron reducirla un 30%. “Cabe destacar la relevante reducción de la deuda financiera que ha venido realizando la compañía en estos últimos años”, resaltó la propia empresa en su balance al primer semestre. Moller cuenta con una cartera acotada de proyectos y no está en busca de terrenos para desarrollar más, lo que le ha permitido disminuir sus gastos de administración. Con todo, logró que sus ingresos crecieran un 7,1%, aunque su Ebitda y su resultado final cayeron 75,4% y 54,2%, cada uno, afectados por menores márgenes en el sector inmobiliario y una menor actividad en construcción de obras mayores. En sus resultados, Moller resumió lo que concuerdan las constructoras respecto al futuro, especialmente en lo referido al sector hipotecario, central para las perspectivas del negocio inmobiliario: “En el sector hipotecario, las tasas de interés se han mantenido estables en un rango elevado, aún lejos de los niveles anteriores a la pandemia, sin embargo, la situación para el segundo semestre parece más prometedora gracias al control de la inflación. Esto permite anticipar una posible reducción en las tasas de interés tanto hipotecarias como de financiamiento. Se estima que la industria podría experimentar una mejora hacia finales del segundo semestre de 2024 y principios de 2025″, auguró.

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PIB per cápita crecerá en torno a 1,3% en la próxima década

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Para este año, el panorama que entregó el Banco Central en su Informe de Política Monetaria (Ipom) no fue auspicioso: un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de 2,25% a 2,75%, una inversión cayendo 0,8% y un crecimiento del consumo privado bajo 2%. Además, proyectó una mayor inflación para 2024 pasando de 4,2% a 4,5%.

Pero el escenario sombrío que delineó el ente rector no solo fue para el corto plazo, sino que también para el mediano: un crecimiento tendencial de 1,8% en promedio hasta el 2034, por debajo del 1,9% que previó en diciembre pasado.

En su mensaje al Senado, la propia presidenta del Banco Central, Rosanna Costa, levantó la alerta: “Crecer a las tasas de mediano plazo que proyectamos no permite satisfacer nuestras necesidades y aspiraciones, entonces es algo de lo que debemos hacernos cargo. Enfrentar este desafío y superarlo requiere de políticas públicas bien diseñadas, requiere de la creatividad y esfuerzo tanto del sector privado como del público. Requiere de instituciones sólidas”.

En ese sentido, Costa dijo que existen oportunidades, pero ello “exige prepararse en forma oportuna”, pues “enfrentamos desafíos ante avances tecnológicos que requieren capacidad de adaptación. Es necesario mejorar la calidad de nuestra educación, destinar recursos a proyectos que permitan aumentar la productividad, avanzar en iniciativas que favorezcan la inversión, fomenten la competencia, la profundidad de los mercados financieros, y por cierto aprovechar las ventajas que se nos presentan”.

Si entre 1995-2004 la economía creció 5%, entre 2005 y 2014, bajó a 4,3% y entre 2015 a 2024 siguió descendiendo hasta 2%. Y ahora entre 2025 y 2034 la proyección apunta a una expansión de 1,8%.

El PIB tendencial es la capacidad de crecimiento de mediano plazo que tiene la economía sin generar efectos adversos como la inflación. En el largo plazo, las tasas de crecimiento potencial y tendencial convergen al mismo número.

Esta fuerte desaceleración de la actividad económica ha impactado un indicador que sirve para cuantificar qué tan cerca o lejos está el país de alcanzar ingresos de naciones desarrolladas, como es el PIB per cápita (el PIB dividido por la población).

Un efecto directo sobre las personas es precisamente ese: si se considera la proyección oficial del INE de un crecimiento de la población del 0,5% por año, el PIB per cápita del país se expandiría a una tasa levemente por encima del 1% (1,3%), lo que para los economistas es insuficiente para mejorar la calidad de vida de las personas.

Los analistas coinciden que una de las principales implicancias de crecer bajo 2% en la próxima década es no poder satisfacer las demandas sociales como salud, educación, seguridad pública y pensiones. A ello se suma la desigualdad y la pobreza.

Alejandro Fernández, economista de Gemines consultores, lo explica así: “El problema del bajo crecimiento es mucho más complejo que, simplemente, tratar de invertir un poco más o aumentar algo la productividad, ya que está involucrado el sistema político, la educación, la regulación laboral, etc. Desde esta perspectiva los que dicen que el país se jodió con la reforma tributaria de Alberto Arenas, están siendo reduccionistas. Ven solo una parte del problema y este viene de mucho antes y se agrava después”.

Hermann González, coordinador Macroecómico de Clapes UC y socio de Valtin Consulting, se suma al análisis y menciona que “en el marco de la regla fiscal vigente en Chile, un bajo crecimiento tendencial limita las posibilidades de expansión del gasto público de forma responsable. Esto implica que necesidades no cubiertas de la población en materia de educación y salud pública, vivienda o seguridad, tendrán que esperar más tiempo para ser satisfechas, con el potencial riesgo de aumentar el malestar social”. Otra implicancia entrega el economista jefe de Bci, Sergio Lehmann: “El sueño de alcanzar estándares de país desarrollado, como planteábamos hace pocos años atrás, es hoy, bajo las actuales condiciones estructurales del país, inalcanzable”.

Y Tomás Flores, economista de LyD, apunta que “un crecimiento de 1,8%, que supera levemente el aumento de la población, genera una condición en donde tras una década prácticamente no se observará ningún progreso en bienestar, ya que el crecimiento per cápita tan reducido solo mantiene los niveles de ingresos actuales”.

Uno de los factores que explica el estancamiento de la expansión del PIB per cápita es el deterioro de los factores que están detrás del crecimiento potencial del país. Uno de ellos es que la tasa real anual de la inversión pasó de crecer 10% (2004-2013) a una expansión de 0,8% entre 2014 y 2023. Asimismo, la productividad está estancada desde hace más de una década.

Los expertos también mencionan que este escenario de menor crecimiento se explica por un deterioro del sistema político, el que califican como “polarizado, fragmentado” y ya no es capaz de lograr acuerdos en las reformas sociales y económicas necesarias para mejorar el bienestar de la población.

El bajo crecimiento económico genera mayor pobreza y desigualdades.

La pobreza en el país ha venido bajando de manera sostenida desde 1990 a la fecha. En la última medición, Casen 2022, la pobreza por ingreso se redujo a 6,5%. Esto, según los expertos, se debe principalmente al mayor crecimiento y las políticas sociales impulsadas por los distintos gobiernos, quienes lo han podido financiar gracias al mayor crecimiento de la economía.

“Uno de los riesgos de este bajo crecimiento es que se revierta parte de los avances alcanzados hasta ahora. La pobreza se ve impactada por el menor crecimiento del empleo y de los salarios reales, que implica un escenario como este, pero también por una menor capacidad del Estado de invertir en áreas que permitan apoyar a los hogares más vulnerables para salir de esta situación”, argumenta González.

Esa misma visión es complementada por Lehmann: “Con el crecimiento tendencial que hoy registramos, no lograremos avances relevantes en mejoras en la distribución del ingreso y reducción de la pobreza. Para ello, es necesario acelerar el crecimiento y abordar cuestiones de carácter estructural que hoy frenan el crecimiento y desarrollo de la economía”.

Fernández menciona que “se hace muy difícil reducirlas, porque la única forma es quitándole a los que están mejor en vez de aprovechar los beneficios del crecimiento, si este fuera más rápido. De hecho, se imposibilita reducirlas y, peor aún, es probable que ocurra lo contrario”.

Alejandro Micco, exsubsecretario de Hacienda y actual académico de la Universidad de Chile, argumentó que “lo principal es el impacto que tiene en el poder adquisitivo de las personas” Y lo ejemplifica así: un crecimiento hoy día de 1,8% de largo plazo dada nuestra tasa de crecimiento de la población es de 1,2% de crecimiento del PIB perca. Y si esto lo llevamos a los años 90, el crecimiento per cápita hubiera sido 0% por el mayor aumento de la población”.

ALEJANDRO MICCO.
Alejandro Micco, exsubsecretario de Hacienda.

Otro ejemplo: “Si hoy gano 100 pesos, de aquí a 10 años estaré ganando 120 pesos. Es un aumento, pero pobre. O una persona que gana $600 mil y en 10 años subirá a $$720 mil. Es poco el aumento en el bienestar que tendrán las personas y eso afecta a todas las personas. Esta debe ser una señal de alerta para la política, ya que puede generar frustración y tensión social”. Para Micco, parte del estallido social de octubre de 2019 se debió a que el “país no creció nada durante la última década, pese a que el Fisco gastó más en protección social, el país no creció”.

González acota que “en un país que crece menos existe menos movilidad social y el Estado tiene menos herramientas para reducir las brechas que hay entre sus habitantes, todo lo cual amplia las desigualdades existentes”.

Tomás Flores sostiene que “los motores del crecimiento son la inversión, el empleo y la productividad”. Sin embargo, dice que “no se observa una agenda consistente que busquen acelerar esos tres motores y de hecho en algunos casos la discusión pública lleva a ponerlos en reversa”.

Flores
Tomás Flores, economista y exsubsecretario de Economía.

Para Fernández, “hay que hacer muchas cosas más o menos al mismo tiempo, pero reformar el sistema político es imprescindible”.

Y González apunta a que “se requiere un Estado más ágil y eficiente, un sistema político menos fragmentado y más competencia en los mercados. Además, posiblemente, tendremos que generar incentivos tributarios y garantizar estabilidad de las reglas del juego para reencantar a los inversionistas nacionales y extranjeros con nuestro país”.

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